sustancias volátiles
LA DROGA DE LOS
“SUPERHEROES”
Al inhalar solventes, la persona se
cree “invencible”, se emborracha y tiene alucinaciones.
Entro al
local de videojuegos y corro como loco en todas direcciones, preguntando por
Riky.
--- ¡Es un niño
rubio de doce años! Estaba en aquella esquina. ¿Lo han visto?
Recibo la misma
respuesta una y otra vez. Algunos lo vieron, pero nadie sabe dónde fue.
--- Yo ya lo busque
hasta el cansancio --- dice mi prima ---.
No está aquí.
Tenemos que ir a la calle. Vamos a separarnos.
--- ¡No! --- digo
---. ¡hagámoslo juntos!
Seguimos
preguntando a las personas. Después de veinte minutos, comienzo a sentir una
angustia paralizante.
--- ¡Por favor! ---
grito ---, ¿alguien vio a mi hermano?
Al fin, una de las
pintoras que está promoviendo sus cuadros nos dice:
--- Yo vi a varios
niños que salieron de los videojuegos. Se fueron por la avenida.
--- ¿Adonde? ¿No
sabe?
--- A lo mejor a la
tlapalería, dando la vuelta en el crucero.
Ahí venden
pinturas.
--- ¿Pinturas? ¿Para
que las quieren?
--- Juegan a cosas
peligrosas como subirse a las bardas para saltar desde arriba, y atravesarse la
calle corriendo con los ojos cerrados. Ya ha habido varios accidentes.
--- No entiendo.
--- ¡Los solventes
los hacen sentirse poderosos!
--- Oh, no --- dice
Itzel echando a correr.
Voy tras ella.
Apenas damos la
vuelta en la esquina vemos venir a un grupo de jóvenes como de quince años. No
parecen vagabundos ni pordioseros. Todo lo contrario. Lucen aseados y bien
vestidos. Dos, detienen un trapo en su boca, como si no quisieran respirar la
contaminación del aire.
Riky camina en
medio de ellos.
Mi prima le grita,
casi con desesperación:
--- ¿Dónde andas?
¿Por qué te saliste de donde te dejamos?
Los muchachos al
ver que nos acercamos, le arrebatan a Riky algo de las manos, dan media vuelta
y echan a correr en sentido opuesto.
Llegamos hasta mi
hermano.
--- ¿Por qué nos
haces eso? --- lo sacudo ---, se suponía que no ibas a causar problemas. ¡Eres
un desobediente!
--- Se tardaron
mucho, Felipe. Estuve en las maquinitas con unos amigos nuevos y ellos me
dijeron que conocían juego al que le dicen el cohete. Fuimos a la tlapalería a
comprar el combustible. Les dije que tenía prisa. Ya sabía que te ibas a enojar
si no me veías.
--- ¿Riky, te dieron
algo para oler? --- pregunta mi prima.
--- ¿Cómo sabes?
--- ¡Contéstame!
--- Sí. Una
franela. Dijeron que necesitaba respirar eso para que pudiera sentir los
efectos especiales del juego. Yo trate de ponerme el trapo en la cara como
ellos, pero me picaba mucho la nariz. En ese momento ustedes nos encontraron.
--- ¡Riky! --- le
dije ---, te estaban tratando de drogar.
--- No es cierto.
--- Claro, bruto.
Itzel interviene y
se pone en medio de nosotros. Nos abraza por sobre los hombres a los dos.
Caminamos de regreso.
Riky le pregunta.
--- ¿Es cierto lo
que dice Felipe?
--- Si, primo.
Muchos creen que respirar los vapores en una bolsa de pegamento es costumbre de
vagabundos o niños de la calle, pero los jóvenes de clase media también lo
hacen. Como no quieren “rebajarse” inhalando Resistol cinco mil, porque dicen
que es “corriente”, usan otras sustancias: Esmaltes de uñas, líquidos para
limpieza, pinturas, disolventes como el tinner, aguarrás, gasolina o cemento
para unir PVC.
--- ¡Exacto! ---
dice Riky ---. Eso es lo que compramos. Le dijeron al chavo de la tienda que
necesitaban pegar uso tubos.
--- ¿Y se los
vendió?
--- Sí.
--- ¡Es increíble!
Está prohibido vender esos líquidos a los niños.
--- ¿Por qué son
tan malos?
--- Desprenden
partículas volátiles, si las respiras, sentirás alegría y borrachera, pero al
mismo tiempo te llenaras de una sensación de que eres invencible. Hace rato una
señora nos platicó que ha habido muchos accidentes cerca de aquí. Después de
inhalar solventes, algunos jóvenes saltan de lugares altos, queriendo volar
como Superman o tratan de detener un camión con la mano. Quien se droga con
esas sustancias suele tener alucinaciones y salir corriendo sin prudencia.
--- ¡Y ocasionan
adicción! --- digo como queriendo contribuir a la nota.
--- No física ---
aclara Itzel ---, pero si psicológica. Cuando le quitan los solventes, el joven
adicto se siente nervioso, deprimido, triste y con miedo.
--- ¿Estás seguro
de que no estuviste respirando esa cosa?
--- insisto en tono
regañón.
--- Ya te dije que
no.
Llegamos de nuevo a
la plaza de artistas.
Procuro
tranquilizarme y le digo a mi prima:
--- Vi a Pascual.
--- ¡Cómo! --- me
toma por los hombros ---. ¿Estás seguro?
--- Más o menos…
Usaba un disfraz de dark-punk. Se veía horrible… paso junto a mí, me miro y se
fue. Quise seguirlo. Llegue a la tienda de la calavera. Había varios darketos.
Les dije que deseaba pertenecer a su grupo y estuvieron a punto de hacerme un
piercing. Apenas pude escapar. No volví a ver a Pascual, pero si a una compañera
de la escuela que se llama Modesta. ¡Ella se perforo la lengua!
--- ¿Por qué
hiciste todo eso tu solo, Felipe?
--- ¡Te andaba
buscando!
Cambia el tono de
su voz; vuelve a abrazarnos y camina en medio de nosotros.
--- Yo también
estuve en esa tienda y comprobé que ahí fue donde Jennifer se hizo la
perforación, es el único sitio en la ciudad donde se ponen aretes y broches
grabados con ese símbolo. Se han vuelto populares porque perforan como a
treinta jóvenes cada fin de semana.
--- ¡Treinta!
Llegamos a la avenida.
Riky opina:
--- Quiero conocer
el lugar de la calavera. ¡Llévenme!
--- ¿De qué hablas,
primo? --- dice Itzel ---. No sabes la angustia que sentí cuando te perdiste.
¡Yo soy responsable de ustedes! ¿Te imaginas si te pasa algo? Debemos regresa a
la casa ya.
--- ¡No me paso
nada!
--- ¡Basta! Pongan
atención. Si ven un taxi, levantan la mano.
Esperamos.
Junto a nosotros
hay un teléfono público. Saco una moneda y la depósito para marcar el número de
la casa.
--- ¿Qué haces? ---
pregunta mi prima.
--- A lo mejor
nuestros papás ya llegaron y están preocupados. Voy a avisarles que vamos para
allá.
--- De acuerdo.
No me equivoco.
Contesta mi mamá.
--- Hola --- le
digo.
--- ¡Felipe! --- su
voz se torna furiosa ---. ¿Dónde fueron? La policía te está buscando.
PCP
LA DROGA DE HULK
Produce fuerza excesiva, agresividad
y espejismos;
se queda latente en el cerebro por
varias semanas.
Mi madre
continúa hablándome por teléfono con la voz alterada:
--- El comandante
necesitaba hacerte otras preguntas.
Como no te
encontró, cree que te fugaste. Aviso por radio a todas las patrullas. Si te
encuentran en la calle, te van a arrestar. Tu padre se puso muy nervioso. Vimos
una servilleta que dejaron en la mesa de la cocina donde Itzel anoto el nombre
de varias calles en la Plaza de arte. ¿Andan por ahí?
--- Si, mamá.
--- Tu papá fue en
el coche a buscarlos, hace como una hora.
Está muy enojado.
--- ¡Llámale a su
celular! Dile que no se preocupe. Vamos para la casa. Llegamos en veinte
minutos.
Cuelgo el teléfono,
preso de una gran agitación.
Mi prima y Riky
siguen tratando de detener un coche de alquiler, pero de repente y sin que
ninguno lo anticipe, un automóvil particular se detiene justo a nuestro lado.
Es mi papá.
Riky da un brinco
de alegría y abre la puerta del auto.
--- ¡Papá! ¿Viniste
por nosotros? Estábamos a punto de tomar un taxi.
--- ¡Suban! ---
grita sin poder ocultar su enfado.
Empujo a mi hermano
para que se apresure. Itzel da la vuelta por enfrente y se sienta adelante.
Papá mueve la
palanca de velocidades y acelera. Riky toma la palabra.
--- ¡Tuvimos una
aventura! Hubieras visto. Yo encontré a unos amigos que me invitaron a conocer
un juego nuevo al que le dicen el cohete, pero no era verdad.
Lo pellizco para
que se calle.
--- ¡Ay! ---
grita---, ¿por qué…?
Mi prima voltea y
nos fulmina con la mirada.
--- Felipe ---
exclama papá ---, ¿sabías que el jefe de la policía fue a buscarte?
--- Me… me dijo
ma…má.
--- ¿Hablaste con
ella?
--- Por teléfono.
Hace rato.
--- Itzel. Tú me
prometiste que cuidarías a tus primos. ¿Por qué salieron de la casa sin
permiso?
--- Perdóname, tío
--- contesta ella ---. No sé qué decirte.
--- El comandante
llevo a un grafólogo --- continua papá dirigiéndose a mí ---, para que te
hiciera una prueba de escritura, pero ¡no te encontraron! Y ahora si que
tenemos problemas. Creen que estas huyendo.
Puedo notar
verdaderas vibraciones de zozobra. Mi prima parece muy abochornada. Se cruza de
brazos y agacha la cara.
Papá marca un
número desde su teléfono celular.
Después de unos
segundos, dice:
--- ¿Comandante?
Soy Owin Meneses, el papá de Felipe. Si, ya encontré a mi hijo. Salió con su
prima y su hermano, un rato, a distraerse. Sí. Todo está bajo control. Aquí
conmigo, ¿se lo paso? Un momento --- papá tapa el teléfono y me dice ---, el
jefe de la policía quiere hablar contigo.
Tomo el aparato.
--- ¿Si?
--- Felipe ¿dónde
andabas?
--- Fuimos al
parque a caminar.
--- Escúchame bien,
muchacho. Eres sospechoso de un asesinato, así que mi obligación es ponerte en
una casa de arraigo mientras no se demuestre tu inocencia. Pero tu padre me
prometió que él se haría cargo de que tú no escaparas. La próxima vez que
desaparezcas sin avisar, lo considerare como una prueba en tu contra.
--- Sí, señor.
--- Pásame a tu
papá otra vez.
Devuelvo el teléfono.
No escucho más. Me tapo los ojos y los oídos.
--- Dios mío ---
susurro ---. Ayúdame. ¿Qué está pasando?
Llegamos a la casa.
Mamá y mi tía se
encuentran sentadas, muy serias, en la sala. En cuento entramos, se ponen de
pie y comienzan a regañarnos de nuevo. Itzel trata de dar explicaciones. Mi tía
le grita, preguntándole si no puede estarse quieta.
--- ¿Por qué
siempre te metes en líos, Itzel? --- Continúa su madre ---. Cuando viviste en el extranjero, la policía
te detuvo por activar la alarma de incendios de tu escuela, te fracturaste un
brazo, hiciste expediciones en montañas e incluso sufriste varios accidentes
esquiando. ¡Pero ya tienes diecinueve años, hija! ¿Cuándo vas a madurar?
Mi prima no se
defiende. Yo estoy aturdido. Me adelanto y digo:
--- Itzel no tiene
la culpa --- de pronto, sin poder controlarlo, las lágrimas me vencen ---, ella
solo quiere ayudarme a salir del problema en el que estoy --- agacho un poco la
cara y pongo los puños sobre mi frente ---. Tarde o temprano todos van a saber que
no le hice nada a Jennifer… --- articulo entre sollozos ---. Yo la quería mucho
--- hago una pausa; apenas recobro el aliento y sigo ---. Cuando me invito a
salir no lo podía creer… Me sorprendió
que tuviera un píercing en el ombligo y se vistiera así. Por eso quise ir a los
lugares donde ella anduvo… --- respiro varias veces, luego concluyo ---, en
realidad no estoy tratando de descubrir quien la asesino.
Solo intento
comprenderla a ella…
Mi madre se acerca
para abrazarme.
Sigo llorando por
un largo rato.
Siento el abrazo
tímido de Riky por el lado izquierdo, después la mano de Itzel en el hombro, y
la presencia cercana de papá y tía Beky. Mi problema no es únicamente mío, es
de la familia entera. No solo yo estoy angustiado. Todos lo están.
Minutos después,
nos separamos y vamos a la cocina a comer algo. Hay una pizza tamaño familiar
en la mesa. Repartimos las rebanadas, sin hablar mucho.
--- Que día más
largo y horrible --- opino.
Mi tía Beky parece
en extremo meditabunda… tiene la vista fija. Es lógico que con la muerte de esa
joven, le atormenten ideas de un futuro incierto como directora del orfanato.
Mamá pregunta:
--- ¿En qué
piensas, Beky?
--- Los tres
adultos de esta mesa --- responde ---, también estuvimos a punto de ser
atrapados por la droga cuando fuimos jóvenes.
Papá protesta:
--- ¿Nosotros
vivimos circunstancias extremas! Es lógico que hubiera drogadicción en aquel
mundo, ¡pero ahora, la droga ha llegado hasta las escuelas de nuestros hijos!
Mi tía Beky vuelve
a guardar silencio, como recordando terribles vivencias de su pasado.
--- Cuéntanos, mamá
--- le pide Itzel ---. ¿Qué contacto tuviste con la droga?
Toma un poco de
agua, aprieta los labios y comienza a relatar:
--- Owin y yo somos
gemelos; crecimos muy unidos. Pero el destino nos separó al momento en que mamá
murió. Mi padre cometió algunos delitos y lo metieron a la cárcel. Owin se
perdió en las calles. Yo termine en un orfanato. Ahí me educaron. Durante
muchos años no supe nada de mi hermano. Cuando fui mayor de edad, quise ayudar a
papá a salir de la prisión, ¡pero se había vuelto un drogadicto! Usaba PCP.
Tenía fama de romper las cosas. Era extremadamente fuerte. Le apodaban Hulk, el hombre verde. Un día, lo vi voltear muchos escritorios y
destrozar oficinas enteras en un santiamén.
--- ¿Hacia eso
cuando estaba drogado?
--- La Fenciclidina
o PCP, que el consumía, permanece disuelta en el cuerpo durante varias semanas
o meses y, aunque la persona tenga mucho tiempo de no tomarla, puede volver a
sufrir alucinaciones o euforia extrema. Eso le pasaba a papá.
--- ¿Cómo? ---
pregunto sacando las hojas con el resumen de las drogas ---, ¿entonces la
sustancia que tomaba mi abuelo lo mantenía drogado por varios días?
--- No. Los efectos
iban y venían…
Itzel me pide el
material impreso que traigo doblado en mi bolsa. Se lo doy. Busca con rapidez y
comienza a leer en voz alta:
--- El PCP se creó
como anestésico. Hoy está prohibido y se fabrica ilegalmente; es un polvo
blanco cristalino que tiene un sabor amargo. Como es fácil pintarlo, se encuentra
en una gran variedad de formas: pastillas, capsulas y polvos de colores. Puede
esnifarse, fumarse o ingerirse mezclado con bebidas. Se vende en la calle con
nombres como Polvo de ángel, Ozono,
Chifladura, y Combustible de cohete.
El PCP sube la temperatura del cuerpo, produce fuertes palpitaciones, disminuye
la sensibilidad al dolor y eleva los niveles de adrenalina. Esto ocasiona una
sensación de excesiva confianza, energía ilimitada, y poder. Las personas
drogadas con PCP frecuentemente se vuelven violentas y agresivas. Adquieren
mucha más fuerza física de la que tienen, y para controlarlas se necesitan
varias personas. Al mismo tiempo sufren alucinaciones, hablan con torpeza y no
coordinad sus movimientos. En ocasiones sienten deseos de suicidarse y provocan
accidentes graves. Aun después de que pasa el efecto del PCP, las moléculas se
esconden en la corteza cerebral, por lo que, varios días o semana después, la
persona suele tener nuevos ataques. Aunque parezca recuperada, la droga alojada
en las células grasas del sistema nervioso central produce periodos de
insomnio, pérdida de memoria, nerviosismo, ataques de pánico, delirios de
persecución y tristeza profunda. Los síntomas por dosis altas se parecen a los
de la esquizofrenia. En dosis medias, el PCP produce nauseas, vomito, visión
borrosa, movimientos rápidos de los ojos hacia arriba y hacia abajo, babeo y
perdida de equilibrio. Las personas que usan PCP por largos periodos terminan
con un daño cerebral.
Cuando mi prima
acaba de leer, nadie emite una palabra por largo rato.
Tía Beky asiente
varias veces y dice:
--- Ese era nuestro
padre ¿verdad, Owin? La droga acabo con él, tal como lo dice ahí.
Veo a mamá entre
triste y perpleja.
--- Yo no sabía esa
historia --- le dice a su esposo ---, creí que tu padre había muerto de… --- se
detiene a tiempo.
No le corresponde a
ella decirlo.
--- ¿De que murió
mi abuelito? --- pregunta Riky.
Papá y tía Beky se
miran con turbación. Ninguno de los hermanos habla.
Mamá aprieta los
dientes. En su mente también se agolpan recuerdos dolorosos. Entonces le
pregunto:
--- ¿Y tu mamá, que
contacto tuviste con la droga?
Sopla como tratando
de desahogar una gran presión interna.
--- Cuando mis
papás se divorciaron --- nos cuenta ahora mi madre ---, yo me enoje tanto que
hui de mi casa. Pero no tenía a donde ir, así que termine en un barrio de mala
muerte. Alguien me llevo con una mujer que hospedaba a niños de la calle y los
obligaba a trabajar para ella. A mí me uso como cocinera. Mis compañeros eran muy
vulgares y se drogaban con solventes. Cuando estaban más excitados por la droga
se subían a una enorme torre de luz como de treinta metros de altura y se
aventaban de clavado, directo a una caja llena de papel y hule de espuma.
Inhalar solventes hace que los jóvenes se sientan superhéroes.
--- Si --- digo
echando un rápido vistazo a Riky ---, lo leímos.
--- A mí me
obligaron a arrojarme de la torre una vez --- continua ---, y a tu papá
también, pero él pensaba y actuaba diferente. Owin me defendía. Nos hicimos
amigos. Siempre hablaba de su hermana extraviada, Beky, a quien idolatraba, y
todo el tiempo estaba soñando con volver a encontrarla. Un día planeamos
escapar de ese lugar y la mujer, administradora, escucho. Entonces, como
castigo, nos encerró en dos bodeguitas de basura junto a los chiqueros. El
sitio estaba lleno de ratas. Fue la experiencia más horrible de mi vida.
Todavía lo recuerdo por las noches y tengo pesadillas.
Se queda quieta sin
explicar más. Mi padre continúa la narración.
--- Algunos
compañeros nos pasaban bolsas con pegamento por debajo de la puerta para
ayudarnos a soportar el castigo.
Según ellos, solo
si inhalábamos sustancias volátiles lograríamos tener fuerzas.
--- ¿Lo hicieron?
--- No --- contesta
mamá ---. Owin y yo nos dábamos ánimo a través de la cerca. Dormíamos por
turnos. Uno de los dos siempre estaba despierto haciendo ruido con un palo para
ahuyentar a las ratas.
Riky se ha
acurrucado en mi prima Itzel, quien escucha con un rictus de asco.
Durante la larga
pausa tomo las hojas impresas con el resumen de las drogas, que están sobre la
mesa, las vuelvo a doblar y las meto a la bolsa de mi camisa.
--- Bueno --- dice
mi tía usando voz apesadumbrada ---, tenemos que arreglarnos. El cuerpo de
Jennifer ya se encuentra en los velatorios. Creo que todos debemos estar
presentes.
--- ¿No es
peligroso? --- pregunto ---, quizá encontremos gente que trate de agredirnos.
De seguro muchos piensan que yo soy el culpable de lo que paso.
--- El que nada
debe, nada teme --- dice papá ---, es mejor dar la cara que esconderse.
Se pone de pie.
--- Felipe y Riky
--- comenta mamá ---, usen traje y corbata.
Nos vamos en media
hora.
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