EL SUBSUELO DE LA DROGA
CARCEL SUBTERRANEA
A LA CUAL SE LLEGA
CAYENDO POR AGUJEROS EN EL PISO
Papá suspira. Toma
con cuidado la planilla de estampitas y la revisa. Es imposible saber si
contienen LSD.
--- Llevare esto al laboratorio --- declara…
--- ¿Por qué no vas a l hospital de
rehabilitación --- pregunta mamá ---, donde murió tu pare. Ahí son
especialistas.
--- Podría ser… Aunque está muy lejos.
Riky salta de su silla.
--- ¿Puedo ir contigo, papá? Mañana es
ciernes. Saliendo de la escuela pasas por nosotros y…
--- No creo que dejen entrar a un chico de
doce años.
Itzel y yo miramos a papá sin hablar.
--- Ustedes podrían ir… --- dice antes de
que preguntemos ---.
Tal vez se asombren al ver lo que hay ahí,
pero la información clara es su mejor arma defensiva.
--- ¿Por qué no vas tú con Felipe, tío? ---
dice Itzel, y agrega ---, creo que a mi primo le haría viene estar a solas
contigo.
--- De acuerdo, Itzel. Gracias.
A la mañana siguiente me levanto temprano.
Tomo un baño y me arreglo. En la escuela, no dejo de pensar que voy a salir
solo con mi padre esa tarde. En cuanto tocan el timbre, salgo corriendo. Su
auto esta frente al colegio, esperándome.
Subo, lleno de entusiasmo.
En efecto, el hospital de desintoxicación
para farmacodependientes se encuentra bastante lejos. Salimos de la cuidad y
tomamos carretera por más de dos horas. Pasamos a comer algo, y al fin
llegamos.
Me sorprende la belleza del paraje. La
clínica se encuentra en una montaña, rodeada de árboles.
Bajamos del auto y caminamos hacia el
edificio.
En la entrada hay una enorme pintura mural
que está recibiendo los últimos retoques por su autor. Nos detenemos admirarla.
El artista, con sombrero y bata de pintor, se da cuenta de que su obra está
siendo contemplada por dos visitantes. Se separa de la pared y se acerca a
nosotros.
--- ¿Les gusta? --- pregunta.
--- Si… este… espere --- dice papá dando
unos pasos atrás: lo imito.
Papá le dice al pintor:
--- Su mural representa un mundo debajo de
otro… ¿no es así? Esa línea, es como la superficie. Arriba las personas viven
normalmente, pero debajo hay una especie de infierno.
El artista asiente muy despacio.
--- Si --- sonríe --, la pintura se llama
“el subsuelo de la droga”.
--- Que interesante. Me llamo Owin Meneses
--- lo saluda de mano ---, él es mi hijo, Felipe. Nunca hemos tenido la
oportunidad de hablar con un muralista profesional. Traje a mi hijo a este
hospital porque ha tenido algunos problemas con la droga… Quiere saber más
sobre ella… ¿Le puedes explicar a Felipe lo que significa su cuadro?
El pintor parece entre conmovido y
halagado.
--- Claro --- se dirige a mí ---, observa
el suelo por el que camina toda la gente en la pintura, Felipe ¿Qué tiene de
extraño?
--- ¿Hay hoyos por todos lados?
--- Muy bien. Cuando las personas se meten
a uno de estos hoyos --- señala con el dedo ---, disfrutan sensaciones
agradables: calor, frescura, alegría o relajamiento. Después pueden salir y
seguir viviendo… Sin embargo, mira como algunos agujeros no tienen fondo; son
en realidad pozos abiertos de gran profundidad que llevan hacia el subsuelo. La
gente ahí abajo muere, y los cadáveres se descomponen produciendo un ambiente
fétido. Quien deambula por el interior de la caverna, pierde todo lo que tenía
cuando vivía afuera. Hay dolor extremo en ese infierno. Muchos hacen esfuerzos
sobrehumanos por salir. El que cae en la cárcel subterránea, pocas veces logra
ver la luz del sol otra vez.
--- ¿Es el mundo de la droga? --- pregunto.
--- Exacto, muchacho. Millones de personas
han caído en el sin querer. Mira con atención. Acércate --- camino a su lado;
mi padre nos sigue ---. Ve como existen cuatro
tipos de agujeros en el piso. Están pintados de distinto color.
--- Si --- comento ---, ya los veo.
--- Son las cuatro clases de hoyos socialmente
aceptados: Alcohol, cigarro, bebidas energizantes y pastillas medicinales. Los
hoyos del primer tipo, alcohol, tienen distintas
profundidades. Estos, pequeños son de
cerveza, rompope o vino de mesa; estos, más
profundos son de brandy, whisky o vodka. Los agujeros del segundo tipo, cigarro,
también tienen distintas profundidades. Estos pequeños son de tabaco light, y estos largos son de cigarros sin filtro, puros o pipa.
--- Que interesante --- dice mi padre ---.
Déjame interpretar los hoyos del tercer tipo. El de las bebidas energizantes. Estos,
cortos, son de refrescos con cafeína,
café expresso, líquidos del tipo Red Bull, Dark dog, Bost, Adrenaline y, estos más profundos, son de tés con efedrina o
mezclas de refresco con anfetaminas.
--- Muy bien --- dice el pintor ---, a ver,
tú, Felipe. Explícame los hoyos del cuarto tipo, las pastillas medicinales.
--- ¿Estos, pequeños --- señalo preguntando
---, podrían se remedios para el insomnio y estos más profundos, barbitúricos o
Rohipnol?
--- ¡Muy bien ¡ --- aplaude.
--- ¡Cuantos detalles pueden haber en un
mural! --- exclamo con legitimo asombro.
--- Sigue observando, hijo. Ve como las
personas no se conforman con meterse en agujeros pequeños. Por culpa de un
fenómeno llamado tolerancia, entran a
hoyos más profundos cada vez. Si te fijas, todos los agujeros pueden ser tan
hondos que pierden el piso y llegan hasta el subsuelo…
--- Entonces cualquiera puede caer --- razono.
--- ¡Cualquiera, Felipe! Es verdad que un
joven proveniente de familias desintegradas o disfuncionales es más propenso a
caer en drogadicción, pero el problema principal es el terreno en donde vive. Mientras más agujeros haya en su entorno,
más fácilmente acabara en el subsuelo. ¡Y es lógico! ¿no crees? Cuando
alrededor de un joven todos toman, fuman, consumen sustancias energizantes o
pastillas, él se familiariza y entra a los agujeros por imitación o invitación.
--- ¿Está diciendo --- cuestiono ---, que
las personas normales podrían ser drogadictas sin que lo sepamos?
El pintor asiente.
--- Mira, hijo. Todos imaginamos que los
drogadictos ven elefantes rosas volando o están perdidos en un universo de
inconsciencia. Esto no es así al principio. El drogadicto en ciernes es
perfectamente normal. Toma alcohol, taurina, altas dosis de café y algunas
pastillas que producen borracheras inocentes. Ha perdido el miedo a meterse en
los hoyos porque ahí están sus papás, sus tíos, sus primos y sus amigos. Todos lo
saludan, le sonríen y lo incitan a probar más. Quien consume drogas es una
persona común y corriente. Se parece demasiado a ti y a mí. Solo que se metió
en hoyos cada vez más profundos. Cuando se encontró, por ejemplo, con una
pastilla de Éxtasis o un frasco de GHB, sus conocidos le dijeron frases como,
“el café es más dañino que esto”, “el alcohol es más fuerte” o “pruébalo, veras
que te sentirás mejor; es medicina”. Entonces se atrevió…
No me he dado cuenta de que tengo la boca
abierta. El concepto ha quedado muy claro. Ahora entiendo por qué mi papá me
dijo que la información clara es mi mejor arma defensiva.
Quedamos asombrados.
--- ¿Usted es el director del hospital? ---
pregunta papá.
--- Para servirles --- saca una tarjeta de
su bata y nos la da ---.
¿A que debo el honor de su visita?
--- A Felipe le regalaron esta planilla de calcomanías.
Sospecho que contienen LSD. Deseamos que la analicen en su laboratorio. También
quisiera pedirle permiso para hacer una visita a los pabellones de
recuperación. Quiero que mi hijo vea un poco la realidad de ese infierno que
usted dibujo en la pared.
--- Adelante --- dice el director del
hospital ---, vayan al fondo del pasillo. Ahí está la recepción. Pida que
envíen esto al laboratorio y soliciten una visita guiada. Muestre mi tarjeta.
Diga que yo los recomiendo.
--- Muchas gracias.
Caminamos hacia el interior.
Papá se dirige a la secretaria.
Yo me detengo. Veo a una mujer que va
pasando.
--- Oh --- digo sonriendo ---. ¡Qué
casualidad!
Es la joven que fue vestida de blanco a la
tienda de tatuajes y se hizo un piercing en el ombligo.
--- ¡Hola! --- le obstruyo el paso ---.
¿Qué haces por aquí?
--- ¿Disculpa? --- me dice ---. ¿Te
conozco?
--- Claro --- estoy seguro ---. ¡Hace ocho
días nos vimos! Te pusiste una aguja en el estómago y casi te desmayas. Yo te
sostuve. Luego salimos juntos de la tienda y corrimos hasta el museo de arte.
Ahí nos separamos.
--- ¡No sé de qué me hablas!
Dudo un momento… La analizo bien. Es un
achica muy agraciada. Su rostro resulta difícil de olvidar. Detrás de ella hay
dos hombres morenos de estatura descomunal.
Insisto:
--- ¿Tú no te pusiste un piercing en el
ombligo el sábado pasado?
--- No.
--- ¡Si lo hiciste! ¿por qué lo niegas?
¡Eres tú!
La joven mujer, se siente acosada y con
total desparpajo, se levanta un poco la blusa; me muestra su abdomen.
Esta limpio. No trae aguja alguna ni
parece, a simple vista, que su piel este perforada.
--- ¿Tienes una hermana gemela?
--- No.
Me disculpo.
--- Perdón señorita. La confundí con otra
persona…
--- Ya veo…
Camina seguida de sus dos guardaespaldas.
NARCOTICOS
LAS DROGAS DEL
PARAISO QUE
SE CONVIERTEN EN FUEGO ETERNO
Derivados del opio. Son
terriblemente adictivos.
Papá llega a mi
lado. Acaba de dejar la planilla de estampidas en el laboratorio y viene
acompañado de un medico muy moreno.
--- Felipe, te presento al doctor Ornelas. Él
nos llevara por las diferentes salas del hospital.
--- Mucho gusto.
Caminamos.
--- En este recinto --- nos explica el
doctor cuando pasamos junto a un muro de cristal ---, se imparten conferencias.
Como pueden ver, los internos que han vencido el síndrome de abstinencia
conviven juntos para darse ánimos, y todos los días reciben una plática de
superación.
Veo a los drogadictos. La mayoría son
personas demacradas, flacas, con los parpados hundidos y postura encorvada.
Seguimos caminando. Llegamos a una zona restringida.
El guardia del acceso exige que firmemos un libro de registro.
--- Estamos entrando --- dice el doctor
---, al pabellón de adictos a Narcóticos. Es una de las áreas más
impresionantes.
Se escuchan gritos y gemidos provenientes
de diversos puntos. El largo pasillo parece haber sido lustrado recientemente.
Algunas de las puertas de las habitaciones están abiertas.
--- Caminen despacio --- sugiere el doctor
---, verán como a ciertos internos necesitamos sujetarlos.
--- ¡Los amarran! --- exclamo ---, ¿por
qué?
--- Quienes son adictos a derivados del
Opio como Heroína se desesperan tanto cuando no tienen su droga que son capaces
de hacer cualquier cosa por obtenerla. En la calle, roban, se prostituyen,
venden todo lo que tienen o dañan a otros. Aquí adentro, gritan, dicen mentiras
o se ponen violentos. Y es que este tipo de drogas se vuelven parte de la
química del cuerpo. El síndrome de abstinencia conlleva intensos dolores,
sudoración, escalofríos, diarrea y convulsiones. Los Narcóticos son de las
drogas más adictivas que existen. Probarlos unas cuantas veces ocasiona
dependencia.
--- ¿Le llaman Narcóticos a los derivados
del Opio? --- pregunta papá.
--- Sí. Aunque su origen real es la planta
de amapola. ¿La conocen? ¡Tienen una flor hermosa, que se usa como adorno! Al
cortarla en el centro sale un líquido lechoso que se oscurece y seca al
contacto con el aire, luego se pulveriza para elaborar el Opio. Del Opio se
obtienen varias sustancias que se les dice Opioides o Narcóticos. Los más
conocidos son: Heroína, Morfina, Codeína, Fentanilo y Metadona.
--- Pero la Morfina y la Codeína ---
pregunta papá ---, ¿no se usan desde hace muchos años como medicamentos para
evitar el dolor?
--- Sí. A los pacientes desahuciados con
dolores graves, se les dan Narcóticos.
--- ¿Y esas drogas son comunes entre los
jóvenes?
--- Hace algunos años dejaron de serlo
porque los muchachos les tenían pánico. La Heroína se inyecta por la vena y
causa estragos inmediatos. Eso asustaba a los jóvenes, además, no querían
arriesgarse a contagiarse de sida al compartir jeringas. Los adictos a Narcóticos
tenían fama de ser personas perdidas, moribundas, tiradas en sucios callejones.
Hoy las cosas están cambiando, pues se ha puesto de moda esnifar o fumar la
Heroína. Esto produce los mismos daños pero más lentamente. ¡Y los jóvenes se
están atreviendo a probar! El adicto a Heroína ahora podría ser un adolescente
de quince años, limpio, bien vestido, que juega Nintendo y disfruta las
fiestas. Todos los días aumenta el número de estudiantes que se vuelven adictos
a los derivados de Opio. Muchos terminan aquí. Otros mueren.
No puedo evitar la tentación de preguntar:
--- ¿Por qué los Narcóticos son tan famosos
y se usan tanto?
--- Porque los derivados del Opio causan
una sensación maravillosa que no se puede comparar con nada conocido en la visa
normal --- explica el médico ---. Bajo sus efectos, todo dolor físico o mental
desaparece por completo. A la persona le invade una oleada de bienestar
absoluto. Se siente tan bien que se ama a sí misma, como nunca antes; entra en
un estado de trance, no quiere hablar con nadie y solo desea disfrutar y
permanecer es ese “paraíso” para siempre, pero después de dos horas
aproximadamente empieza el fuego eterno: depresión, nauseas, paranoia, vómitos,
sudor, frio, parálisis. A la larga, los Narcóticos debilitan el sistema
inmunológico y el consumidor enferma por cualquier virus o bacteria. Los
adictos a la Heroína también suelen mezclar varias drogas. A la unión de
Heroína con Cocaína se le llama Speed Ball. Es devastadora. En algunos casos
los adictos esnifan o se inyectan tanta cantidad de Narcóticos, que tienen
convulsiones, colapso respiratorio y muerte cerebral.
No atino a decir nada. Seguimos caminando.
Pienso que el submundo dibujado por el
director de ese hospital no es nada comparado con el infierno real que viven
los drogadictos.
Algo extraño aparece ante nuestros ojos al
dar la vuelta en la esquina del corredor.
Hay una banca de madera, con alguien
sentado en ella.
Una mujer agachada, se tapa la cara usando
ambas manos.
Parece muy triste. Sus dos guardaespaldas
están parados al final del corredor, cuidándola, pero a la vez dejándola sola
con su dolor. ¡La joven que confundí hace rato!
Se escuchan gritos y golpes en uno de los
cuartos. Las enfermeras piden ayuda. El doctor Ornelas corre.
--- Disculpen --- se excusa ---. Espérenme
aquí.
La chica de la banca levanta la cara. Los
ruidos continúan. Dos médicos más entran corriendo. Después de un rato, parecen
controlar al causante del zafarrancho. Mi padre y yo nos sentamos en la banca
muy despacio. Papá saluda a la joven mujer:
--- Hola.
--- ¿Qué tal? --- responde ella.
--- ¿Usted es familiar de un paciente?
--- Si… - admite---, ro en ese pabellón hay
mucho sufrimiento. ¿Saben lo que hacen para ayudar lo internos? ¡Les dan más
droga! Del mismo tipo, pero menos fuerte. Sustituyen una adicción por otra…
--- ¿De verdad?
--- Sí. La persona que yo vengo a ver, era
adicta al Fentanillo. También le dicen China
Blanca o México Brown. Un Narcótico cincuenta veces más fuerte que la
Heroína. ¡Se está muriendo por la desesperación de drogarse! ¿Saben que hacen
los médicos para calmarlo? ¡Le inyectan Metadona! ¿Lo pueden creer?
--- Quizá es el procedimiento correcto…
--- Si --- hace una pausa y voltea a vernos
---, y ustedes ¿a qué vienen?
--- Estamos haciendo una visita de tipo
cultural --- dice mi padre ---. Mi hijo quiere saber más sobre las drogas.
--- Pues yo he investigado mucho ---
contesta la mujer con profundo desanimo ---. Soy una experta, si necesitan
algo.
No puedo apartar de mi mente la idea de que
es la misma joven que conocí, así que digo:
--- También estamos aquí porque hace ocho
días falleció una compañera de la escuela llamada Jennifer. Ella se hizo
enemiga de un tipo que vendía Speed. Yo salí con Jennifer a un antro y alguien
le puso droga a su refresco. La policía quiere culparme a mí. Así que andamos
buscando al vendedor de anfetaminas. Creo que es un dark. Por eso anduve en la
tienda de tatuajes y piercings…
La joven me clava los ojos con profunda
curiosidad. Esta asombrada de todo lo que acabo de decirle. Papá tampoco se
explica por qué me abrí con esa desconocida.
Suena el teléfono celular de mi padre. Lo
contesta.
De inmediato se pone de pie.
--- ¿Itzel? --- pregunta con extrañeza ---.
¿Eres tú? --- se tapa el oído libre con una mano ---, ¿estás bien? ¡Casi no te
oigo! --- vuelve a guardar silencio tratando de descifrar el mensaje de mi
prima ---. ¡Itzel! No llores. ¿Dónde dices que estas? ¡Itzel!
Mi padre se queda estático. Luego mira el
teléfono con desconcierto y lo vuelve a colocar en su cinturón.
--- ¿Qué pasa? --- pregunto ---, ¿era mi
prima?
--- Sí. Me comento algo así como que había
ido a investigar… pero se oía muy lejana.
--- ¿Qué más?
--- Creo que dijo que… estaba encerrada y
no la dejaban salir.
El teléfono suena otra vez.
Mi padre contesta de inmediato.
--- ¿Itzel? ¿Dónde estás? ¿Qué dices?
Mi padre palidece y cierra la tapa de su
aparato.
--- Corto --- susurra sin acabar de creer
lo que está sucediendo ---, me pidió ayuda. Grito que la habían raptado.
Durante varios segundos nadie habla.
Itzel no quiso acompañarnos al hospital
porque tenía planeado hacer algo. Quizá fue a buscar al Cadáver o a Pascual…
--- Secuestraron a tu prima --- confirma
papá.
La joven que estaba sentada en la banca se
pone de pie y levanta la mano. De inmediato los dos hombres que la cuidan se
acercan a nosotros.
--- Usted, Santiago --- le dice al más alto
de sus guardaespaldas ---, acompañe al señor y a su hijo. Tienen un problema y
necesitan protección.
--- ¿Por qué? --- pregunta mi papá ---. No
se moleste.
--- Mire, señor. Yo provengo de una familia
adinerada. Se lo que es tener a un ser querido en peligro por la droga.
Santiago fue terapeuta de drogadictos anónimos. Tiene toda la experiencia del
mundo en este tema. Ahora trabaja para mi padre. Conoce muchos lugares que
quizá ustedes quieran visitar y gente que podría ayudarles. En los últimos
meses, hemos recorrido un camino muy largo y difícil ¿verdad, Santiago?
El guardaespaldas dice que sí.
En ese momento el doctor Ornelas aparece en
el pasillo.
--- Acaban de llamarme del laboratorio ---
dice sonriente ---, la planilla que tajo no tenía LSD.
--- Gracias… --- mi padre avanza para
decirle que debemos irnos, pues acaba de surgir un imprevisto urgente.
Observo a la joven mujer.
Ella agacha la cabeza y levanta su blusa un
poco, otra vez para mostrarme algo.
Hace rato no lo traía, pero se lo ha vuelto
a poner.
En medio del ombligo tiene una aguja
plateada con broche de metal.