domingo, 28 de mayo de 2017

LECTURA 18 "EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO "

Hace mucho tiempo, un joven discípulo acudió a su maestro en busca de ayuda. 

Su gran preocupación era que sentía que no valía para nada y que no hacía nada bien. Quería que los demás le valorasen más. 

El maestro sin mirarlo, le replicó: “Me encantaría poder ayudarte pero en estos momentos estoy ocupado con mis propios quehaceres. Quizás si me ayudes a solucionarlos podría acabarlos antes y ayudarte”. 

El discípulo aceptó a regañadientes ya que de nuevo sintió que sus preocupaciones eran poco valoradas. 

El maestro le entregó un anillo que llevaba en el dedo y le dijo: “Coge un caballo y cabalga hasta el mercado más cercano. Necesito que vendas este anillo para pagar una deuda. Y lo más importante es que trates de conseguir la mayor suma posible pero no aceptes menos de una moneda de oro por él”. 

Y así el discípulo cabalgó hasta el mercado más cercano para vender el anillo. 

Empezó a ofrecer el anillo a diferentes mercaderes que mostraban interés en él hasta que les decía el precio: una moneda de oro. 

La mayor parte de los mercaderes se reían al escuchar la suma, salvo uno de ellos que amablemente le indicó que una moneda de oro era muy valiosa para darla a cambio del anillo. 

Frustrado y cansado, el discípulo cabalgó de nuevo a casa del maestro sabiendo que no había podido cumplir con el encargo que le había hecho. 

“Maestro, no he podido vender tu anillo por una moneda de oro”, le dijo cabizbajo. “Como mucho ofrecían un par de monedas de plata, pero no he podido convencer a nadie sobre el verdadero valor del anillo”. 

“Tienes razón en algo”, le contestó el maestro. “Necesitamos conocer el verdadero valor del anillo”. “Coge de nuevo el caballo y ve a visitar al joyero del pueblo. Pregúntale por el verdadero valor del anillo. Y sobre todo no se lo vendas”. 

Y así cabalgó de nuevo hasta el joyero del pueblo quien, tras examinar detenidamente el anillo, dictaminó que éste valía ¡58 monedas de oro!. 

“¿58 monedas de oro?” replicó el joven asombrado. 
Y con esa buena noticia cabalgó de nuevo a devolverle el anillo a su maestro. 
El maestro, le pidió que se sentase y que escuchase lo que tenía que decirle: 
“Tú eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal sólo puede evaluarte un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu valor?”  

FIN… 

miércoles, 17 de mayo de 2017

AVISO

AVISO:

CON EL OBJETO DE APOYAR A LA POBLACIÓN QUE NO HIZO PROCESO PARA PREINSCRIPCIÓN A PRIMER GRADO EN EL MES DE FEBRERO, SE INFORMA QUE SE HARÁ  EL REGISTRO Y APLICACIÓN DE  EXAMEN DE UBICACIÓN, EL DÍA 19 DE MAYO DEL PRESENTE AÑO A LAS 07:00 A.M. EL CENTRO CULTURAL "MANUEL GÓMEZ MORÍN", EN EL ACCESO "B" PLANTA ALTA.
FAVOR DE PRESENTARSE CON LA SIGUIENTE DOCUMENTACION.
* CURP DEL ALUMNO (A)
* ACTA DE NACIMIENTO DEL ALUMNO (A)
*BOLETA DE SEXTO GRADO DE PRIMARIA CON REPORTE HASTA EL CUARTO BIMESTRE
*COMPROBANTE DE DOMICILIO
*LÁPIZ Y GOMA
*TODO EN ORIGINAL

sábado, 13 de mayo de 2017

LECTURA 17 "ZAPATILLAS"



 Durante 14 años el Centro de medicina deportiva de Lyon (Francia) ha estado estudiando las lesiones de los jóvenes deportistas y de los deportistas profesionales. El estudio ha establecido que la mejor medida a tomar es la prevención... y unas buenas zapatillas deportivas. 

Golpes, caídas, desgastes y desgarros. 

El 18 por ciento de los deportistas de entre 8 y 12 años ya tiene lesiones de talón. El cartílago del tobillo de los futbolistas no responde bien a los golpes y el 25 por ciento de los profesionales han descubierto ellos mismos que es un punto especialmente débil. También el cartílago de la delicada articulación de la rodilla puede resultar dañado de forma irreparable y si no se toman las precauciones adecuadas desde la infancia (10-12 años), esto puede causar una artritis ósea prematura. Tampoco la cadera escapa a estos daños y en especial cuando está cansado, el jugador corre el riesgo de sufrir fracturas como resultado de las caídas o colisiones .De acuerdo con el estudio, los futbolistas que llevan jugando más de diez años experimentan un crecimiento irregular de los huesos de la tibia o del talón. 
Esto es lo que se conoce como “pie de futbolista”, una deformación causada por los zapatos con suelas y hormas demasiado flexibles. 

Proteger, sujetar, estabilizar, absorber. 

Si una zapatilla es demasiado rígida, dificulta el movimiento. 
Si es demasiado flexible, incrementa el riesgo de lesiones y esguinces. Un buen calzado deportivo debe cumplir cuatro requisitos: 
En primer lugar, debe proporcionar protección contra factores externos: resistir los impactos del balón o de otro jugador, defender de la irregularidad del terreno y mantener el pie caliente y seco, incluso con lluvia y frío intenso. Debe dar sujeción al pie, y en especial a la articulación del tobillo, para evitar esguinces, hinchazón y otros problemas que pueden incluso afectar a la rodilla. 

También debe proporcionar una buena estabilidad al jugador, de modo que no resbale en suelo mojado o no tropiece en superficies demasiado secas. 

Finalmente, debe amortiguar los golpes, especialmente los que sufren los jugadores de voleibol y baloncesto que continuamente están saltando. 
Pies secos Para evitar molestias menores, pero dolorosas, como ampollas, grietas o “pie de atleta” (infección por hongos), el calzado debe permitir la evaporación del sudor y evitar que penetre la humedad exterior.  

El material ideal es el cuero, que puede haber sido impermeabilizado para evitar que se empape en cuanto llueva. FIN…  

lunes, 1 de mayo de 2017

LECTURA 16 "LOS MILAGROS TAMBIÉN EXISTEN"

Los milagros también existen. Paparruchadas de un viejo decrépito que llevaba más años que yo en aquel calabozo. 
En aquel cuarto oscuro y mugriento, donde me tragué quince años. Pero ya no valía la pena discutir con ese infeliz ni con nadie más en esa jaula de cemento. 
Lo único importante era tener presente que sólo veinte días me separaban de mi ansiada libertad. Las cuentas estaban saldadas con esa hipócrita sociedad que un día pronunció mi encierro. 
Había pasado una eternidad escuchando esas campanadas de la vieja capilla del pueblo. Siempre, a la misma hora, marcándome con sus tañidos monótonos y opacos el paso del tiempo. 
Pero ahora ya no me molestaban, al contrario las sentía cómplices de mis pensamientos. Si de algo estaba orgulloso, era de saber que nadie había podido quebrarme. Sólo el repicar de la campana compartía mi secreto. 
¿Quién iba a pensar que esa humilde construcción de madera y chapa, con una cruz y una campana en el frente, iba a ocultar, en su fondo baldío, el botín de este ingenioso hombre aún en cautiverio? 
Finalmente las puertas del infierno se cerraron a mis espaldas y mi corazón comenzó a latir alocadamente. Sentí que el aire oxigenaba mis pulmones y un soplo de libertad corría por mis venas. 
No había tiempo que perder, tomé mis pocas pertenencias y comencé a caminar con la vista fija en esa cruz que se asomaba tras el follaje de los altos y dorados álamos de la plaza. 
Pero a medida que me acercaba al lugar, mis pasos se hicieron más lentos. No sabía bien lo que estaba pasando. ¿O mi vista me traicionaba o mi razonamiento no podía entenderlo? 
¡La capilla ya no estaba! En su lugar yacía un templo imponente con una campana enorme y la misma cruz en el medio. 
Entré sin pensarlo, me dirigí hacia el altar y, detrás de él, encontré una puerta. Al abrirla, el viejo baldío ya no estaba, su lugar lo ocupaba una gran construcción con pequeñas ventanas a los costados y un portón en el centro. 
Abrí la puerta y al ingresar me encontré con unos tablones gigantes vestidos con manteles floreados y rodeados de sillas; detrás de ellos, yacían tres hileras de camas cubiertas con mantas tejidas a mano de diferentes colores. 
Pero lo que más me sorprendió fue la presencia de una gran salamandra asentada sobre una basa de cemento, justo en el centro, como separando y calentando a la vez ambos ambientes. 
Cuando salí de mi asombro, comprendí que justo ahí, debajo de ese gran escalón de material, estaba mi tesoro, mi botín, mi pasaporte a la felicidad quince años esperado. 
No sé cuánto tiempo pasé arrodillado junto a ella, sin que una sola lágrima me nublara la vista, sin que una sola parte de mi cuerpo se moviera. 
De pronto una mano templada y fuerte se apoyó en mi hombro ya entumecido. 
-Amigo, ¿se siente bien? ¿Puedo ayudarlo? –me interrogó una voz cálida y apacible. 
Como pude me di vuelta y, con su ayuda, logré incorporarme. 
-Soy el párroco de esta iglesia –me dijo y agregó – Si está sólo y sin trabajo ha venido al lugar indicado. En este templo, con la ayuda de los feligreses, hemos construido este albergue para aquellos que necesitan un plato de comida o un lugar para pasar la noche. 
Sin saber por qué aquel día decidí quedarme, fue como si mi destino se hubiese jugado en tan solo un instante. 
Con los años, descubrí que aquella libertad tan anhelada la había permutado por no sentir más la amargura de la soledad y el desamparo. 
Hoy, por primera vez, me siento satisfecho de ser un hombre confiable, tengo amigos y un trabajo digno: encargado del albergue. Me ocupo del jardín, de las luces, de la limpieza y sobre todo de que la salamandra no deje de brindarnos su calor en las frías noches de invierno. 
¿Será verdad que los milagros existen?
FIN.