jueves, 20 de noviembre de 2014

LECTURA 12

sustancias volátiles
LA DROGA DE LOS “SUPERHEROES”
Al inhalar solventes, la persona se cree “invencible”, se emborracha y tiene alucinaciones.

Entro al local de videojuegos y corro como loco en todas direcciones, preguntando por Riky.
--- ¡Es un niño rubio de doce años! Estaba en aquella esquina. ¿Lo han visto?
Recibo la misma respuesta una y otra vez. Algunos lo vieron, pero nadie sabe dónde fue.
--- Yo ya lo busque hasta el cansancio --- dice mi prima ---.
No está aquí. Tenemos que ir a la calle. Vamos a separarnos.
--- ¡No! --- digo ---. ¡hagámoslo juntos!
Seguimos preguntando a las personas. Después de veinte minutos, comienzo a sentir una angustia paralizante.
--- ¡Por favor! --- grito ---, ¿alguien vio a mi hermano?
Al fin, una de las pintoras que está promoviendo sus cuadros nos dice:
--- Yo vi a varios niños que salieron de los videojuegos. Se fueron por la avenida.
--- ¿Adonde? ¿No sabe?
--- A lo mejor a la tlapalería, dando la vuelta en el crucero.
Ahí venden pinturas.
--- ¿Pinturas? ¿Para que las quieren?
--- Juegan a cosas peligrosas como subirse a las bardas para saltar desde arriba, y atravesarse la calle corriendo con los ojos cerrados. Ya ha habido varios accidentes.
--- No entiendo.
--- ¡Los solventes los hacen sentirse poderosos!
--- Oh, no --- dice Itzel echando a correr.
Voy tras ella.
Apenas damos la vuelta en la esquina vemos venir a un grupo de jóvenes como de quince años. No parecen vagabundos ni pordioseros. Todo lo contrario. Lucen aseados y bien vestidos. Dos, detienen un trapo en su boca, como si no quisieran respirar la contaminación del aire.
Riky camina en medio de ellos.
Mi prima le grita, casi con desesperación:
--- ¿Dónde andas? ¿Por qué te saliste de donde te dejamos?
Los muchachos al ver que nos acercamos, le arrebatan a Riky algo de las manos, dan media vuelta y echan a correr en sentido opuesto.
Llegamos hasta mi hermano.
--- ¿Por qué nos haces eso? --- lo sacudo ---, se suponía que no ibas a causar problemas. ¡Eres un desobediente!
--- Se tardaron mucho, Felipe. Estuve en las maquinitas con unos amigos nuevos y ellos me dijeron que conocían juego al que le dicen el cohete. Fuimos a la tlapalería a comprar el combustible. Les dije que tenía prisa. Ya sabía que te ibas a enojar si no me veías.
--- ¿Riky, te dieron algo para oler? --- pregunta mi prima.
--- ¿Cómo sabes?
--- ¡Contéstame!
--- Sí. Una franela. Dijeron que necesitaba respirar eso para que pudiera sentir los efectos especiales del juego. Yo trate de ponerme el trapo en la cara como ellos, pero me picaba mucho la nariz. En ese momento ustedes nos encontraron.
--- ¡Riky! --- le dije ---, te estaban tratando de drogar.
--- No es cierto.
--- Claro, bruto.
Itzel interviene y se pone en medio de nosotros. Nos abraza por sobre los hombres a los dos. Caminamos de regreso.
Riky le pregunta.
--- ¿Es cierto lo que dice Felipe?
--- Si, primo. Muchos creen que respirar los vapores en una bolsa de pegamento es costumbre de vagabundos o niños de la calle, pero los jóvenes de clase media también lo hacen. Como no quieren “rebajarse” inhalando Resistol cinco mil, porque dicen que es “corriente”, usan otras sustancias: Esmaltes de uñas, líquidos para limpieza, pinturas, disolventes como el tinner, aguarrás, gasolina o cemento para unir PVC.
--- ¡Exacto! --- dice Riky ---. Eso es lo que compramos. Le dijeron al chavo de la tienda que necesitaban pegar uso tubos.
--- ¿Y se los vendió?
--- Sí.
--- ¡Es increíble! Está prohibido vender esos líquidos a los niños.
--- ¿Por qué son tan malos?
--- Desprenden partículas volátiles, si las respiras, sentirás alegría y borrachera, pero al mismo tiempo te llenaras de una sensación de que eres invencible. Hace rato una señora nos platicó que ha habido muchos accidentes cerca de aquí. Después de inhalar solventes, algunos jóvenes saltan de lugares altos, queriendo volar como Superman o tratan de detener un camión con la mano. Quien se droga con esas sustancias suele tener alucinaciones y salir corriendo sin prudencia.
--- ¡Y ocasionan adicción! --- digo como queriendo contribuir a la nota.
--- No física --- aclara Itzel ---, pero si psicológica. Cuando le quitan los solventes, el joven adicto se siente nervioso, deprimido, triste y con miedo.
--- ¿Estás seguro de que no estuviste respirando esa cosa?
--- insisto en tono regañón.
--- Ya te dije que no.
Llegamos de nuevo a la plaza de artistas.
Procuro tranquilizarme y le digo a mi prima:
--- Vi a Pascual.
--- ¡Cómo! --- me toma por los hombros ---. ¿Estás seguro?
--- Más o menos… Usaba un disfraz de dark-punk. Se veía horrible… paso junto a mí, me miro y se fue. Quise seguirlo. Llegue a la tienda de la calavera. Había varios darketos. Les dije que deseaba pertenecer a su grupo y estuvieron a punto de hacerme un piercing. Apenas pude escapar. No volví a ver a Pascual, pero si a una compañera de la escuela que se llama Modesta. ¡Ella se perforo la lengua!
--- ¿Por qué hiciste todo eso tu solo, Felipe?
--- ¡Te andaba buscando!
Cambia el tono de su voz; vuelve a abrazarnos y camina en medio de nosotros.
--- Yo también estuve en esa tienda y comprobé que ahí fue donde Jennifer se hizo la perforación, es el único sitio en la ciudad donde se ponen aretes y broches grabados con ese símbolo. Se han vuelto populares porque perforan como a treinta jóvenes cada fin de semana.
--- ¡Treinta!
Llegamos a la avenida.
Riky opina:
--- Quiero conocer el lugar de la calavera. ¡Llévenme!
--- ¿De qué hablas, primo? --- dice Itzel ---. No sabes la angustia que sentí cuando te perdiste. ¡Yo soy responsable de ustedes! ¿Te imaginas si te pasa algo? Debemos regresa a la casa ya.
--- ¡No me paso nada!
--- ¡Basta! Pongan atención. Si ven un taxi, levantan la mano.
Esperamos.
Junto a nosotros hay un teléfono público. Saco una moneda y la depósito para marcar el número de la casa.
--- ¿Qué haces? --- pregunta mi prima.
--- A lo mejor nuestros papás ya llegaron y están preocupados. Voy a avisarles que vamos para allá.
--- De acuerdo.
No me equivoco. Contesta mi mamá.
--- Hola --- le digo.

--- ¡Felipe! --- su voz se torna furiosa ---. ¿Dónde fueron? La policía te está buscando.




PCP
LA DROGA DE HULK
Produce fuerza excesiva, agresividad y espejismos;
se queda latente en el cerebro por varias semanas.

Mi madre continúa hablándome por teléfono con la voz alterada:
--- El comandante necesitaba hacerte otras preguntas.
Como no te encontró, cree que te fugaste. Aviso por radio a todas las patrullas. Si te encuentran en la calle, te van a arrestar. Tu padre se puso muy nervioso. Vimos una servilleta que dejaron en la mesa de la cocina donde Itzel anoto el nombre de varias calles en la Plaza de arte. ¿Andan por ahí?
--- Si, mamá.
--- Tu papá fue en el coche a buscarlos, hace como una hora.
Está muy enojado.
--- ¡Llámale a su celular! Dile que no se preocupe. Vamos para la casa. Llegamos en veinte minutos.
Cuelgo el teléfono, preso de una gran agitación.
Mi prima y Riky siguen tratando de detener un coche de alquiler, pero de repente y sin que ninguno lo anticipe, un automóvil particular se detiene justo a nuestro lado.
Es mi papá.
Riky da un brinco de alegría y abre la puerta del auto.
--- ¡Papá! ¿Viniste por nosotros? Estábamos a punto de tomar un taxi.
--- ¡Suban! --- grita sin poder ocultar su enfado.
Empujo a mi hermano para que se apresure. Itzel da la vuelta por enfrente y se sienta adelante.
Papá mueve la palanca de velocidades y acelera. Riky toma la palabra.
--- ¡Tuvimos una aventura! Hubieras visto. Yo encontré a unos amigos que me invitaron a conocer un juego nuevo al que le dicen el cohete, pero no era verdad.
Lo pellizco para que se calle.
--- ¡Ay! --- grita---, ¿por qué…?
Mi prima voltea y nos fulmina con la mirada.
--- Felipe --- exclama papá ---, ¿sabías que el jefe de la policía fue a buscarte?
--- Me… me dijo ma…má.
--- ¿Hablaste con ella?
--- Por teléfono. Hace rato.
--- Itzel. Tú me prometiste que cuidarías a tus primos. ¿Por qué salieron de la casa sin permiso?
--- Perdóname, tío --- contesta ella ---. No sé qué decirte.
--- El comandante llevo a un grafólogo --- continua papá dirigiéndose a mí ---, para que te hiciera una prueba de escritura, pero ¡no te encontraron! Y ahora si que tenemos problemas. Creen que estas huyendo.
Puedo notar verdaderas vibraciones de zozobra. Mi prima parece muy abochornada. Se cruza de brazos y agacha la cara.
Papá marca un número desde su teléfono celular.
Después de unos segundos, dice:
--- ¿Comandante? Soy Owin Meneses, el papá de Felipe. Si, ya encontré a mi hijo. Salió con su prima y su hermano, un rato, a distraerse. Sí. Todo está bajo control. Aquí conmigo, ¿se lo paso? Un momento --- papá tapa el teléfono y me dice ---, el jefe de la policía quiere hablar contigo.
Tomo el aparato.
--- ¿Si?
--- Felipe ¿dónde andabas?
--- Fuimos al parque a caminar.
--- Escúchame bien, muchacho. Eres sospechoso de un asesinato, así que mi obligación es ponerte en una casa de arraigo mientras no se demuestre tu inocencia. Pero tu padre me prometió que él se haría cargo de que tú no escaparas. La próxima vez que desaparezcas sin avisar, lo considerare como una prueba en tu contra.
--- Sí, señor.
--- Pásame a tu papá otra vez.
Devuelvo el teléfono. No escucho más. Me tapo los ojos y los oídos.
--- Dios mío --- susurro ---. Ayúdame. ¿Qué está pasando?
Llegamos a la casa.
Mamá y mi tía se encuentran sentadas, muy serias, en la sala. En cuento entramos, se ponen de pie y comienzan a regañarnos de nuevo. Itzel trata de dar explicaciones. Mi tía le grita, preguntándole si no puede estarse quieta.
--- ¿Por qué siempre te metes en líos, Itzel? --- Continúa su madre ---.  Cuando viviste en el extranjero, la policía te detuvo por activar la alarma de incendios de tu escuela, te fracturaste un brazo, hiciste expediciones en montañas e incluso sufriste varios accidentes esquiando. ¡Pero ya tienes diecinueve años, hija! ¿Cuándo vas a madurar?
Mi prima no se defiende. Yo estoy aturdido. Me adelanto y digo:
--- Itzel no tiene la culpa --- de pronto, sin poder controlarlo, las lágrimas me vencen ---, ella solo quiere ayudarme a salir del problema en el que estoy --- agacho un poco la cara y pongo los puños sobre mi frente ---. Tarde o temprano todos van a saber que no le hice nada a Jennifer… --- articulo entre sollozos ---. Yo la quería mucho --- hago una pausa; apenas recobro el aliento y sigo ---. Cuando me invito a salir  no lo podía creer… Me sorprendió que tuviera un píercing en el ombligo y se vistiera así. Por eso quise ir a los lugares donde ella anduvo… --- respiro varias veces, luego concluyo ---, en realidad no estoy tratando de descubrir quien la asesino.
Solo intento comprenderla a ella…
Mi madre se acerca para abrazarme.
Sigo llorando por un largo rato.
Siento el abrazo tímido de Riky por el lado izquierdo, después la mano de Itzel en el hombro, y la presencia cercana de papá y tía Beky. Mi problema no es únicamente mío, es de la familia entera. No solo yo estoy angustiado. Todos lo están.
Minutos después, nos separamos y vamos a la cocina a comer algo. Hay una pizza tamaño familiar en la mesa. Repartimos las rebanadas, sin hablar mucho.
--- Que día más largo y horrible --- opino.
Mi tía Beky parece en extremo meditabunda… tiene la vista fija. Es lógico que con la muerte de esa joven, le atormenten ideas de un futuro incierto como directora del orfanato.
Mamá pregunta:
--- ¿En qué piensas, Beky?
--- Los tres adultos de esta mesa --- responde ---, también estuvimos a punto de ser atrapados por la droga cuando fuimos jóvenes.
Papá protesta:
--- ¿Nosotros vivimos circunstancias extremas! Es lógico que hubiera drogadicción en aquel mundo, ¡pero ahora, la droga ha llegado hasta las escuelas de nuestros hijos!
Mi tía Beky vuelve a guardar silencio, como recordando terribles vivencias de su pasado.
--- Cuéntanos, mamá --- le pide Itzel ---. ¿Qué contacto tuviste con la droga?
Toma un poco de agua, aprieta los labios y comienza a relatar:
--- Owin y yo somos gemelos; crecimos muy unidos. Pero el destino nos separó al momento en que mamá murió. Mi padre cometió algunos delitos y lo metieron a la cárcel. Owin se perdió en las calles. Yo termine en un orfanato. Ahí me educaron. Durante muchos años no supe nada de mi hermano. Cuando fui mayor de edad, quise ayudar a papá a salir de la prisión, ¡pero se había vuelto un drogadicto! Usaba PCP. Tenía fama de romper las cosas. Era extremadamente fuerte. Le apodaban Hulk, el hombre verde. Un  día, lo vi voltear muchos escritorios y destrozar oficinas enteras en un santiamén.
--- ¿Hacia eso cuando estaba drogado?
--- La Fenciclidina o PCP, que el consumía, permanece disuelta en el cuerpo durante varias semanas o meses y, aunque la persona tenga mucho tiempo de no tomarla, puede volver a sufrir alucinaciones o euforia extrema. Eso le pasaba a papá.
--- ¿Cómo? --- pregunto sacando las hojas con el resumen de las drogas ---, ¿entonces la sustancia que tomaba mi abuelo lo mantenía drogado por varios días?
--- No. Los efectos iban y venían…
Itzel me pide el material impreso que traigo doblado en mi bolsa. Se lo doy. Busca con rapidez y comienza a leer en voz alta:
--- El PCP se creó como anestésico. Hoy está prohibido y se fabrica ilegalmente; es un polvo blanco cristalino que tiene un sabor amargo. Como es fácil pintarlo, se encuentra en una gran variedad de formas: pastillas, capsulas y polvos de colores. Puede esnifarse, fumarse o ingerirse mezclado con bebidas. Se vende en la calle con nombres como Polvo de ángel, Ozono, Chifladura, y Combustible de cohete. El PCP sube la temperatura del cuerpo, produce fuertes palpitaciones, disminuye la sensibilidad al dolor y eleva los niveles de adrenalina. Esto ocasiona una sensación de excesiva confianza, energía ilimitada, y poder. Las personas drogadas con PCP frecuentemente se vuelven violentas y agresivas. Adquieren mucha más fuerza física de la que tienen, y para controlarlas se necesitan varias personas. Al mismo tiempo sufren alucinaciones, hablan con torpeza y no coordinad sus movimientos. En ocasiones sienten deseos de suicidarse y provocan accidentes graves. Aun después de que pasa el efecto del PCP, las moléculas se esconden en la corteza cerebral, por lo que, varios días o semana después, la persona suele tener nuevos ataques. Aunque parezca recuperada, la droga alojada en las células grasas del sistema nervioso central produce periodos de insomnio, pérdida de memoria, nerviosismo, ataques de pánico, delirios de persecución y tristeza profunda. Los síntomas por dosis altas se parecen a los de la esquizofrenia. En dosis medias, el PCP produce nauseas, vomito, visión borrosa, movimientos rápidos de los ojos hacia arriba y hacia abajo, babeo y perdida de equilibrio. Las personas que usan PCP por largos periodos terminan con un daño cerebral.
Cuando mi prima acaba de leer, nadie emite una palabra por largo rato.
Tía Beky asiente varias veces y dice:
--- Ese era nuestro padre ¿verdad, Owin? La droga acabo con él, tal como lo dice ahí.
Veo a mamá entre triste y perpleja.
--- Yo no sabía esa historia --- le dice a su esposo ---, creí que tu padre había muerto de… --- se detiene a tiempo.
No le corresponde a ella decirlo.
--- ¿De que murió mi abuelito? --- pregunta Riky.
Papá y tía Beky se miran con turbación. Ninguno de los hermanos habla.
Mamá aprieta los dientes. En su mente también se agolpan recuerdos dolorosos. Entonces le pregunto:
--- ¿Y tu mamá, que contacto tuviste con la droga?
Sopla como tratando de desahogar una gran presión interna.
--- Cuando mis papás se divorciaron --- nos cuenta ahora mi madre ---, yo me enoje tanto que hui de mi casa. Pero no tenía a donde ir, así que termine en un barrio de mala muerte. Alguien me llevo con una mujer que hospedaba a niños de la calle y los obligaba a trabajar para ella. A mí me uso como cocinera. Mis compañeros eran muy vulgares y se drogaban con solventes. Cuando estaban más excitados por la droga se subían a una enorme torre de luz como de treinta metros de altura y se aventaban de clavado, directo a una caja llena de papel y hule de espuma. Inhalar solventes hace que los jóvenes se sientan superhéroes.
--- Si --- digo echando un rápido vistazo a Riky ---, lo leímos.
--- A mí me obligaron a arrojarme de la torre una vez --- continua ---, y a tu papá también, pero él pensaba y actuaba diferente. Owin me defendía. Nos hicimos amigos. Siempre hablaba de su hermana extraviada, Beky, a quien idolatraba, y todo el tiempo estaba soñando con volver a encontrarla. Un día planeamos escapar de ese lugar y la mujer, administradora, escucho. Entonces, como castigo, nos encerró en dos bodeguitas de basura junto a los chiqueros. El sitio estaba lleno de ratas. Fue la experiencia más horrible de mi vida. Todavía lo recuerdo por las noches y tengo pesadillas.
Se queda quieta sin explicar más. Mi padre continúa la narración.
--- Algunos compañeros nos pasaban bolsas con pegamento por debajo de la puerta para ayudarnos a soportar el castigo.
Según ellos, solo si inhalábamos sustancias volátiles lograríamos tener fuerzas.
--- ¿Lo hicieron?
--- No --- contesta mamá ---. Owin y yo nos dábamos ánimo a través de la cerca. Dormíamos por turnos. Uno de los dos siempre estaba despierto haciendo ruido con un palo para ahuyentar a las ratas.
Riky se ha acurrucado en mi prima Itzel, quien escucha con un rictus de asco.
Durante la larga pausa tomo las hojas impresas con el resumen de las drogas, que están sobre la mesa, las vuelvo a doblar y las meto a la bolsa de mi camisa.
--- Bueno --- dice mi tía usando voz apesadumbrada ---, tenemos que arreglarnos. El cuerpo de Jennifer ya se encuentra en los velatorios. Creo que todos debemos estar presentes.
--- ¿No es peligroso? --- pregunto ---, quizá encontremos gente que trate de agredirnos. De seguro muchos piensan que yo soy el culpable de lo que paso.
--- El que nada debe, nada teme --- dice papá ---, es mejor dar la cara que esconderse.
Se pone de pie.
--- Felipe y Riky --- comenta mamá ---, usen traje y corbata.
Nos vamos en media hora.

LECTURA 12

sustancias volátiles
LA DROGA DE LOS “SUPERHEROES”
Al inhalar solventes, la persona se cree “invencible”, se emborracha y tiene alucinaciones.

Entro al local de videojuegos y corro como loco en todas direcciones, preguntando por Riky.
--- ¡Es un niño rubio de doce años! Estaba en aquella esquina. ¿Lo han visto?
Recibo la misma respuesta una y otra vez. Algunos lo vieron, pero nadie sabe dónde fue.
--- Yo ya lo busque hasta el cansancio --- dice mi prima ---.
No está aquí. Tenemos que ir a la calle. Vamos a separarnos.
--- ¡No! --- digo ---. ¡hagámoslo juntos!
Seguimos preguntando a las personas. Después de veinte minutos, comienzo a sentir una angustia paralizante.
--- ¡Por favor! --- grito ---, ¿alguien vio a mi hermano?
Al fin, una de las pintoras que está promoviendo sus cuadros nos dice:
--- Yo vi a varios niños que salieron de los videojuegos. Se fueron por la avenida.
--- ¿Adonde? ¿No sabe?
--- A lo mejor a la tlapalería, dando la vuelta en el crucero.
Ahí venden pinturas.
--- ¿Pinturas? ¿Para que las quieren?
--- Juegan a cosas peligrosas como subirse a las bardas para saltar desde arriba, y atravesarse la calle corriendo con los ojos cerrados. Ya ha habido varios accidentes.
--- No entiendo.
--- ¡Los solventes los hacen sentirse poderosos!
--- Oh, no --- dice Itzel echando a correr.
Voy tras ella.
Apenas damos la vuelta en la esquina vemos venir a un grupo de jóvenes como de quince años. No parecen vagabundos ni pordioseros. Todo lo contrario. Lucen aseados y bien vestidos. Dos, detienen un trapo en su boca, como si no quisieran respirar la contaminación del aire.
Riky camina en medio de ellos.
Mi prima le grita, casi con desesperación:
--- ¿Dónde andas? ¿Por qué te saliste de donde te dejamos?
Los muchachos al ver que nos acercamos, le arrebatan a Riky algo de las manos, dan media vuelta y echan a correr en sentido opuesto.
Llegamos hasta mi hermano.
--- ¿Por qué nos haces eso? --- lo sacudo ---, se suponía que no ibas a causar problemas. ¡Eres un desobediente!
--- Se tardaron mucho, Felipe. Estuve en las maquinitas con unos amigos nuevos y ellos me dijeron que conocían juego al que le dicen el cohete. Fuimos a la tlapalería a comprar el combustible. Les dije que tenía prisa. Ya sabía que te ibas a enojar si no me veías.
--- ¿Riky, te dieron algo para oler? --- pregunta mi prima.
--- ¿Cómo sabes?
--- ¡Contéstame!
--- Sí. Una franela. Dijeron que necesitaba respirar eso para que pudiera sentir los efectos especiales del juego. Yo trate de ponerme el trapo en la cara como ellos, pero me picaba mucho la nariz. En ese momento ustedes nos encontraron.
--- ¡Riky! --- le dije ---, te estaban tratando de drogar.
--- No es cierto.
--- Claro, bruto.
Itzel interviene y se pone en medio de nosotros. Nos abraza por sobre los hombres a los dos. Caminamos de regreso.
Riky le pregunta.
--- ¿Es cierto lo que dice Felipe?
--- Si, primo. Muchos creen que respirar los vapores en una bolsa de pegamento es costumbre de vagabundos o niños de la calle, pero los jóvenes de clase media también lo hacen. Como no quieren “rebajarse” inhalando Resistol cinco mil, porque dicen que es “corriente”, usan otras sustancias: Esmaltes de uñas, líquidos para limpieza, pinturas, disolventes como el tinner, aguarrás, gasolina o cemento para unir PVC.
--- ¡Exacto! --- dice Riky ---. Eso es lo que compramos. Le dijeron al chavo de la tienda que necesitaban pegar uso tubos.
--- ¿Y se los vendió?
--- Sí.
--- ¡Es increíble! Está prohibido vender esos líquidos a los niños.
--- ¿Por qué son tan malos?
--- Desprenden partículas volátiles, si las respiras, sentirás alegría y borrachera, pero al mismo tiempo te llenaras de una sensación de que eres invencible. Hace rato una señora nos platicó que ha habido muchos accidentes cerca de aquí. Después de inhalar solventes, algunos jóvenes saltan de lugares altos, queriendo volar como Superman o tratan de detener un camión con la mano. Quien se droga con esas sustancias suele tener alucinaciones y salir corriendo sin prudencia.
--- ¡Y ocasionan adicción! --- digo como queriendo contribuir a la nota.
--- No física --- aclara Itzel ---, pero si psicológica. Cuando le quitan los solventes, el joven adicto se siente nervioso, deprimido, triste y con miedo.
--- ¿Estás seguro de que no estuviste respirando esa cosa?
--- insisto en tono regañón.
--- Ya te dije que no.
Llegamos de nuevo a la plaza de artistas.
Procuro tranquilizarme y le digo a mi prima:
--- Vi a Pascual.
--- ¡Cómo! --- me toma por los hombros ---. ¿Estás seguro?
--- Más o menos… Usaba un disfraz de dark-punk. Se veía horrible… paso junto a mí, me miro y se fue. Quise seguirlo. Llegue a la tienda de la calavera. Había varios darketos. Les dije que deseaba pertenecer a su grupo y estuvieron a punto de hacerme un piercing. Apenas pude escapar. No volví a ver a Pascual, pero si a una compañera de la escuela que se llama Modesta. ¡Ella se perforo la lengua!
--- ¿Por qué hiciste todo eso tu solo, Felipe?
--- ¡Te andaba buscando!
Cambia el tono de su voz; vuelve a abrazarnos y camina en medio de nosotros.
--- Yo también estuve en esa tienda y comprobé que ahí fue donde Jennifer se hizo la perforación, es el único sitio en la ciudad donde se ponen aretes y broches grabados con ese símbolo. Se han vuelto populares porque perforan como a treinta jóvenes cada fin de semana.
--- ¡Treinta!
Llegamos a la avenida.
Riky opina:
--- Quiero conocer el lugar de la calavera. ¡Llévenme!
--- ¿De qué hablas, primo? --- dice Itzel ---. No sabes la angustia que sentí cuando te perdiste. ¡Yo soy responsable de ustedes! ¿Te imaginas si te pasa algo? Debemos regresa a la casa ya.
--- ¡No me paso nada!
--- ¡Basta! Pongan atención. Si ven un taxi, levantan la mano.
Esperamos.
Junto a nosotros hay un teléfono público. Saco una moneda y la depósito para marcar el número de la casa.
--- ¿Qué haces? --- pregunta mi prima.
--- A lo mejor nuestros papás ya llegaron y están preocupados. Voy a avisarles que vamos para allá.
--- De acuerdo.
No me equivoco. Contesta mi mamá.
--- Hola --- le digo.

--- ¡Felipe! --- su voz se torna furiosa ---. ¿Dónde fueron? La policía te está buscando.




PCP
LA DROGA DE HULK
Produce fuerza excesiva, agresividad y espejismos;
se queda latente en el cerebro por varias semanas.

Mi madre continúa hablándome por teléfono con la voz alterada:
--- El comandante necesitaba hacerte otras preguntas.
Como no te encontró, cree que te fugaste. Aviso por radio a todas las patrullas. Si te encuentran en la calle, te van a arrestar. Tu padre se puso muy nervioso. Vimos una servilleta que dejaron en la mesa de la cocina donde Itzel anoto el nombre de varias calles en la Plaza de arte. ¿Andan por ahí?
--- Si, mamá.
--- Tu papá fue en el coche a buscarlos, hace como una hora.
Está muy enojado.
--- ¡Llámale a su celular! Dile que no se preocupe. Vamos para la casa. Llegamos en veinte minutos.
Cuelgo el teléfono, preso de una gran agitación.
Mi prima y Riky siguen tratando de detener un coche de alquiler, pero de repente y sin que ninguno lo anticipe, un automóvil particular se detiene justo a nuestro lado.
Es mi papá.
Riky da un brinco de alegría y abre la puerta del auto.
--- ¡Papá! ¿Viniste por nosotros? Estábamos a punto de tomar un taxi.
--- ¡Suban! --- grita sin poder ocultar su enfado.
Empujo a mi hermano para que se apresure. Itzel da la vuelta por enfrente y se sienta adelante.
Papá mueve la palanca de velocidades y acelera. Riky toma la palabra.
--- ¡Tuvimos una aventura! Hubieras visto. Yo encontré a unos amigos que me invitaron a conocer un juego nuevo al que le dicen el cohete, pero no era verdad.
Lo pellizco para que se calle.
--- ¡Ay! --- grita---, ¿por qué…?
Mi prima voltea y nos fulmina con la mirada.
--- Felipe --- exclama papá ---, ¿sabías que el jefe de la policía fue a buscarte?
--- Me… me dijo ma…má.
--- ¿Hablaste con ella?
--- Por teléfono. Hace rato.
--- Itzel. Tú me prometiste que cuidarías a tus primos. ¿Por qué salieron de la casa sin permiso?
--- Perdóname, tío --- contesta ella ---. No sé qué decirte.
--- El comandante llevo a un grafólogo --- continua papá dirigiéndose a mí ---, para que te hiciera una prueba de escritura, pero ¡no te encontraron! Y ahora si que tenemos problemas. Creen que estas huyendo.
Puedo notar verdaderas vibraciones de zozobra. Mi prima parece muy abochornada. Se cruza de brazos y agacha la cara.
Papá marca un número desde su teléfono celular.
Después de unos segundos, dice:
--- ¿Comandante? Soy Owin Meneses, el papá de Felipe. Si, ya encontré a mi hijo. Salió con su prima y su hermano, un rato, a distraerse. Sí. Todo está bajo control. Aquí conmigo, ¿se lo paso? Un momento --- papá tapa el teléfono y me dice ---, el jefe de la policía quiere hablar contigo.
Tomo el aparato.
--- ¿Si?
--- Felipe ¿dónde andabas?
--- Fuimos al parque a caminar.
--- Escúchame bien, muchacho. Eres sospechoso de un asesinato, así que mi obligación es ponerte en una casa de arraigo mientras no se demuestre tu inocencia. Pero tu padre me prometió que él se haría cargo de que tú no escaparas. La próxima vez que desaparezcas sin avisar, lo considerare como una prueba en tu contra.
--- Sí, señor.
--- Pásame a tu papá otra vez.
Devuelvo el teléfono. No escucho más. Me tapo los ojos y los oídos.
--- Dios mío --- susurro ---. Ayúdame. ¿Qué está pasando?
Llegamos a la casa.
Mamá y mi tía se encuentran sentadas, muy serias, en la sala. En cuento entramos, se ponen de pie y comienzan a regañarnos de nuevo. Itzel trata de dar explicaciones. Mi tía le grita, preguntándole si no puede estarse quieta.
--- ¿Por qué siempre te metes en líos, Itzel? --- Continúa su madre ---.  Cuando viviste en el extranjero, la policía te detuvo por activar la alarma de incendios de tu escuela, te fracturaste un brazo, hiciste expediciones en montañas e incluso sufriste varios accidentes esquiando. ¡Pero ya tienes diecinueve años, hija! ¿Cuándo vas a madurar?
Mi prima no se defiende. Yo estoy aturdido. Me adelanto y digo:
--- Itzel no tiene la culpa --- de pronto, sin poder controlarlo, las lágrimas me vencen ---, ella solo quiere ayudarme a salir del problema en el que estoy --- agacho un poco la cara y pongo los puños sobre mi frente ---. Tarde o temprano todos van a saber que no le hice nada a Jennifer… --- articulo entre sollozos ---. Yo la quería mucho --- hago una pausa; apenas recobro el aliento y sigo ---. Cuando me invito a salir  no lo podía creer… Me sorprendió que tuviera un píercing en el ombligo y se vistiera así. Por eso quise ir a los lugares donde ella anduvo… --- respiro varias veces, luego concluyo ---, en realidad no estoy tratando de descubrir quien la asesino.
Solo intento comprenderla a ella…
Mi madre se acerca para abrazarme.
Sigo llorando por un largo rato.
Siento el abrazo tímido de Riky por el lado izquierdo, después la mano de Itzel en el hombro, y la presencia cercana de papá y tía Beky. Mi problema no es únicamente mío, es de la familia entera. No solo yo estoy angustiado. Todos lo están.
Minutos después, nos separamos y vamos a la cocina a comer algo. Hay una pizza tamaño familiar en la mesa. Repartimos las rebanadas, sin hablar mucho.
--- Que día más largo y horrible --- opino.
Mi tía Beky parece en extremo meditabunda… tiene la vista fija. Es lógico que con la muerte de esa joven, le atormenten ideas de un futuro incierto como directora del orfanato.
Mamá pregunta:
--- ¿En qué piensas, Beky?
--- Los tres adultos de esta mesa --- responde ---, también estuvimos a punto de ser atrapados por la droga cuando fuimos jóvenes.
Papá protesta:
--- ¿Nosotros vivimos circunstancias extremas! Es lógico que hubiera drogadicción en aquel mundo, ¡pero ahora, la droga ha llegado hasta las escuelas de nuestros hijos!
Mi tía Beky vuelve a guardar silencio, como recordando terribles vivencias de su pasado.
--- Cuéntanos, mamá --- le pide Itzel ---. ¿Qué contacto tuviste con la droga?
Toma un poco de agua, aprieta los labios y comienza a relatar:
--- Owin y yo somos gemelos; crecimos muy unidos. Pero el destino nos separó al momento en que mamá murió. Mi padre cometió algunos delitos y lo metieron a la cárcel. Owin se perdió en las calles. Yo termine en un orfanato. Ahí me educaron. Durante muchos años no supe nada de mi hermano. Cuando fui mayor de edad, quise ayudar a papá a salir de la prisión, ¡pero se había vuelto un drogadicto! Usaba PCP. Tenía fama de romper las cosas. Era extremadamente fuerte. Le apodaban Hulk, el hombre verde. Un  día, lo vi voltear muchos escritorios y destrozar oficinas enteras en un santiamén.
--- ¿Hacia eso cuando estaba drogado?
--- La Fenciclidina o PCP, que el consumía, permanece disuelta en el cuerpo durante varias semanas o meses y, aunque la persona tenga mucho tiempo de no tomarla, puede volver a sufrir alucinaciones o euforia extrema. Eso le pasaba a papá.
--- ¿Cómo? --- pregunto sacando las hojas con el resumen de las drogas ---, ¿entonces la sustancia que tomaba mi abuelo lo mantenía drogado por varios días?
--- No. Los efectos iban y venían…
Itzel me pide el material impreso que traigo doblado en mi bolsa. Se lo doy. Busca con rapidez y comienza a leer en voz alta:
--- El PCP se creó como anestésico. Hoy está prohibido y se fabrica ilegalmente; es un polvo blanco cristalino que tiene un sabor amargo. Como es fácil pintarlo, se encuentra en una gran variedad de formas: pastillas, capsulas y polvos de colores. Puede esnifarse, fumarse o ingerirse mezclado con bebidas. Se vende en la calle con nombres como Polvo de ángel, Ozono, Chifladura, y Combustible de cohete. El PCP sube la temperatura del cuerpo, produce fuertes palpitaciones, disminuye la sensibilidad al dolor y eleva los niveles de adrenalina. Esto ocasiona una sensación de excesiva confianza, energía ilimitada, y poder. Las personas drogadas con PCP frecuentemente se vuelven violentas y agresivas. Adquieren mucha más fuerza física de la que tienen, y para controlarlas se necesitan varias personas. Al mismo tiempo sufren alucinaciones, hablan con torpeza y no coordinad sus movimientos. En ocasiones sienten deseos de suicidarse y provocan accidentes graves. Aun después de que pasa el efecto del PCP, las moléculas se esconden en la corteza cerebral, por lo que, varios días o semana después, la persona suele tener nuevos ataques. Aunque parezca recuperada, la droga alojada en las células grasas del sistema nervioso central produce periodos de insomnio, pérdida de memoria, nerviosismo, ataques de pánico, delirios de persecución y tristeza profunda. Los síntomas por dosis altas se parecen a los de la esquizofrenia. En dosis medias, el PCP produce nauseas, vomito, visión borrosa, movimientos rápidos de los ojos hacia arriba y hacia abajo, babeo y perdida de equilibrio. Las personas que usan PCP por largos periodos terminan con un daño cerebral.
Cuando mi prima acaba de leer, nadie emite una palabra por largo rato.
Tía Beky asiente varias veces y dice:
--- Ese era nuestro padre ¿verdad, Owin? La droga acabo con él, tal como lo dice ahí.
Veo a mamá entre triste y perpleja.
--- Yo no sabía esa historia --- le dice a su esposo ---, creí que tu padre había muerto de… --- se detiene a tiempo.
No le corresponde a ella decirlo.
--- ¿De que murió mi abuelito? --- pregunta Riky.
Papá y tía Beky se miran con turbación. Ninguno de los hermanos habla.
Mamá aprieta los dientes. En su mente también se agolpan recuerdos dolorosos. Entonces le pregunto:
--- ¿Y tu mamá, que contacto tuviste con la droga?
Sopla como tratando de desahogar una gran presión interna.
--- Cuando mis papás se divorciaron --- nos cuenta ahora mi madre ---, yo me enoje tanto que hui de mi casa. Pero no tenía a donde ir, así que termine en un barrio de mala muerte. Alguien me llevo con una mujer que hospedaba a niños de la calle y los obligaba a trabajar para ella. A mí me uso como cocinera. Mis compañeros eran muy vulgares y se drogaban con solventes. Cuando estaban más excitados por la droga se subían a una enorme torre de luz como de treinta metros de altura y se aventaban de clavado, directo a una caja llena de papel y hule de espuma. Inhalar solventes hace que los jóvenes se sientan superhéroes.
--- Si --- digo echando un rápido vistazo a Riky ---, lo leímos.
--- A mí me obligaron a arrojarme de la torre una vez --- continua ---, y a tu papá también, pero él pensaba y actuaba diferente. Owin me defendía. Nos hicimos amigos. Siempre hablaba de su hermana extraviada, Beky, a quien idolatraba, y todo el tiempo estaba soñando con volver a encontrarla. Un día planeamos escapar de ese lugar y la mujer, administradora, escucho. Entonces, como castigo, nos encerró en dos bodeguitas de basura junto a los chiqueros. El sitio estaba lleno de ratas. Fue la experiencia más horrible de mi vida. Todavía lo recuerdo por las noches y tengo pesadillas.
Se queda quieta sin explicar más. Mi padre continúa la narración.
--- Algunos compañeros nos pasaban bolsas con pegamento por debajo de la puerta para ayudarnos a soportar el castigo.
Según ellos, solo si inhalábamos sustancias volátiles lograríamos tener fuerzas.
--- ¿Lo hicieron?
--- No --- contesta mamá ---. Owin y yo nos dábamos ánimo a través de la cerca. Dormíamos por turnos. Uno de los dos siempre estaba despierto haciendo ruido con un palo para ahuyentar a las ratas.
Riky se ha acurrucado en mi prima Itzel, quien escucha con un rictus de asco.
Durante la larga pausa tomo las hojas impresas con el resumen de las drogas, que están sobre la mesa, las vuelvo a doblar y las meto a la bolsa de mi camisa.
--- Bueno --- dice mi tía usando voz apesadumbrada ---, tenemos que arreglarnos. El cuerpo de Jennifer ya se encuentra en los velatorios. Creo que todos debemos estar presentes.
--- ¿No es peligroso? --- pregunto ---, quizá encontremos gente que trate de agredirnos. De seguro muchos piensan que yo soy el culpable de lo que paso.
--- El que nada debe, nada teme --- dice papá ---, es mejor dar la cara que esconderse.
Se pone de pie.
--- Felipe y Riky --- comenta mamá ---, usen traje y corbata.
Nos vamos en media hora.