¿Escribió
Shakespeare las obras de Shakespeare?
30
de mayo de 1593. Una posada en Deptford, junto al Támesis, a dieciséis millas
de Londres. Cuatro hombres comparten una cena. La cerveza ha sido abundante.
Sin embargo hay pocas risas. Los hombres hablan en voz baja. De pronto uno se
levanta alterado.
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Prometiste que pagaríais vosotros.
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Siéntate, Marlowe, por Dios --- le responde Ingram, uno de sus compañeros,
cogiéndole del brazo, pero Marlowe está fuera de sí. Ya entro nervioso en la
taberna y a cada cerveza se había puesto más irascible aun.
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¡Malditos miserables! ¡Malditos mentirosos! --- les espeta Marlowe con
agresividad.
Robert
y Nicholas cogen entonces a Marlowe por los brazos, mientras que Eleanor Bull,
la viuda dueña del alojamiento, desciende a toda prisa desde el piso superior.
Marlowe se zafa del abrazo de sus compañeros y esgrime una daga ante el
perplejo rostro de su amigo Ingram.
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¡Sois todos unos traidores y pagareis por ello como pagareis esta maldita
cuenta! --- insiste un Marlowe fuera de sí.
Ninguno
parece entender por qué Marlowe reacciona con esa violencia.
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¡Señores, esta es una casa honrada! --- exclama Eleanor Bull aterrorizada, pero
ya es tarde para todo.
Marlowe,
borracho, embiste a Ingram con su daga. Ingram, no obstante, ha estado en mil
reyertas de taberna: coge la muñeca de Marlowe, la retuerce y el puñal
desaparece de la vista de todos. Lo siguiente que se oye es el grito de agonía
de Marlowe a la vez que un gran charco de sangre empieza a salpicarlo todo. En
ese momento se abre la puerta. Danby, el juez de la reina, de paso por
Deptford, ha oído los gritos de la lucha y entra en el comedor.
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En nombre de la reina, ¿qué ocurre aquí?
Y
todo se detiene.
A
los pocos minutos, el cuerpo sin vida de Christopher Marlowe, poeta y autor de
teatro isabelino, es puesto en una carreta acompañando al cadáver de un recién
ahorcado. Eleanor Bull y otros testigos están declarando. Ingram es detenido
por posible asesinato. Danby parte hacia Londres custodiando a Ingram y se
adelanta al grupo de sus hombres que conducen la carreta con los cuerpos sin
vida de aquellos miserables. El carromato, más despacio, con Robert y Nicholas
velando al fallecido Marlowe, cruza Deptford con los dos cadáveres, el de
Marlowe y el del ahorcado. Justo a la salida del pueblo, el cuerpo sin vida de
Christopher Marlowe abre los ojos y se sienta.
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¿Qué mierda roja es esta? --- pregunta.
Ni
Robert ni Nicholas ni el conductor del carro se sorprenden.
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Sangre de vaca --- responde Robert es un susurro ---, hemos usado sangre de
vaca; y sigue tumbado, que todavía no hemos dejado el pueblo. Aun conseguirás
que nos maten a todos, pero esta vez de verdad.
Marlowe
obedece y, aunque a regañadientes, maldiciendo el mal olor de aquella sangre,
se recuesta de nuevo en el carro. El cadáver del ahorcado tampoco hace muy
grato el viaje.
En
pocos minutos llegan a un muelle. Marlowe se cambia de ropa, sube a una barca que
lo conduce a un mercante anclado en medio del rio y desaparece de Inglaterra
con destino al continente. A todos los efectos, Christopher Marlowe, autor de
grandes obras del teatro isabelino como El
doctor Fausto, El judío de Malta o La masacre en Paris, ha muerto. El
cuerpo del ahorcado sirve a sus compañeros para entregarlo en lugar del suyo.
El supuestamente malogrado escritos ha dejado de existir, al menos en
Inglaterra.
Sin
embargo, la vida de Marlowe sigue en Francia, Italia y otros países como agente
secreto al servicio de la corona inglesa, la misma institución que está detrás
de su ficticio asesinato para evitar que fuera detenido e interrogado bajo
tortura y que sus posibles confesiones comprometieran a altos funcionarios de
la corona para los que había estado trabajando durante años. Marlowe, desde
Europa, envía informes con regularidad a Londres, pero también envía algo más.
Y es que su vieja pasión, un extraño vicio que le reconcome las entrañas, no le
ha abandonado. De noche, cuando no puede dormir por el calor de algunos de los
países mediterráneos en los que deambula, o quizá en medio de un perenne
insomnio motivado por las preocupaciones, sigue escribiendo. Así nacen Hamlet, Otelo, Julio Cesar, El mercader de
Venecia, Romeo y Julieta, Mucho ruido y pocas nueces, El sueño de una noche de
verano, Antonio y Cleopatra, Macbeth y tantas otras. Marlowe envía los
manuscritos a Inglaterra, a su buen amigo Thomas Walsingham, primo de sir
Francis Walsingham, secretario de la reina Isabel. Thomas, admirado por la
calidad de las obras, busca en hombre, un joven actor, y le ofrece un pacto:
que sea él el rostro conocido que firma esos nuevos escritos de un Marlowe
supuestamente muerto en una reyerta de taberna. Este joven actor, de nombre
William Shakespeare, acepta. No tiene nada que perder.
¿Es
todo esto cierto o estamos ante un dislate? La corriente dominante en la
historia de la literatura inglesa sigue siendo la de considerar a Shakespeare
como el autor de todas las grandes obras isabelinas que habitualmente se le
atribuyen, pero hay quien ha dudado de que Shakespeare, hombre sin formación
académica conocida, pudiera escribir semejantes obras maestras. Así Zeigler en
1895 y Webster en 1923 plantean sus dudas de forma rigurosa en diferentes
publicaciones académicas. A esto se une que en 1925 se descubre el documento
sobre la investigación oficial sobre la muerte de Marlowe: Ingram recibió un
indulto de la reina cuatro semanas después de la supuesta muerte de Marlowe, alegándose
defensa propia; los testigos presentaban contradicciones extrañas en sus
declaraciones y es curioso que el juez de la reina, Danby, estuviera justo en
el sitio del asesinato en el momento exacto en que supuestamente se produjo
aquella reyerta. En 1955 Calvin Hoffman y en 1994 A. D. Wright continuaron
defendiendo con todo tipo de argumentaciones literarias y policiales que
Marlowe no murió en esa pelea y que era él y nadie más el auténtico autor de
las obras que firmaba el actor Shakespeare. Su argumentación cobra fuerza con
el hecho de que un tal Marlowe se paseara por Europa entre 1593, año de su
supuesta muerte, y 1627, apareciendo intermitentemente en diferentes ciudades
como Padua, Rutland y hasta la hispana Valladolid. ¿Tenía Hoffman razón en su
teoría y es Marlowe el autor de obras tan memorables de la literatura universal
como Hamlet o Romeo y Julieta?
Es
un hecho que prevalece que hay dudas sobre si Shakespeare fue o no el autor en
cuestión de tales obras maestras. Muy recientemente, en octubre de 2011,
asistimos al estreno de la película Anonymous,
en donde se formula nuevamente la teoría de que Shakespeare no fue el autor
de esas obras que normalmente se le reconocen. La película no se postula a
favor de Marlowe como el auténtico autor, sino que formula otra hipótesis diferente
que no desvelo por si desean ver el largometraje. En todo caso, el asunto de la
muerte de Cristopher Marlowe sigue siendo enigmático.
De
quien si sabemos cuando murió con exactitud es de Calvin Hoffman, en 1987, pero
tal era la pasión de este investigador del pasado por confirmar que fue
Marlowe, en efecto, quien escribió las obras que firmaba Shakespeare que el
propio Hoffman decidió que el tema no quedaría zanjado con su propia muerte.
Para ello dejo un testamento con un premio de varios centenares de miles de
libras esterlinas que deben ser entregadas como recompensa al investigador o
investigadora que sea capaz de demostrar sin ningún margen de duda que fue
Marlowe y no Shakespeare el que escribió las obras más famosas de la literatura
inglesa. Observaran que he dicho “deben ser entregadas” en presente. Y es que
la fundación del King´s College de Canterbury custodia los deseos y el dinero
de Hoffman, que sigue esperando. El concurso sigue abierto. Si tienen alguna
idea, por favor, no lo duden y preséntenla a la fundación del King´s College.
Por
cierto, el cadáver de Marlowe fue incinerado en menos de veinticuatro horas
después de su supuesta muerte. ¿Casualidad o alguien tuvo mucha prisa en que no
fuera identificado? Ah, se me olvidaba: curiosamente Shakespeare no público
nunca nada antes de 1593, año de la muerte de Marlowe. Hay quien cree en las
casualidades. Hay quien no.
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