ABRE LOS OJOS
AL CONOCIMIENTO CON LA LECTURA
LECTURAS
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FECHAS
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EL
CAMINANTE INTELIGENTE
|
21 DE
SEPTIEMBRE DEL 2017
|
EL LOBO Y
EL PERRO
|
05 DE
OCTUBRE DEL 2017
|
EL AMO Y EL
CRIADO
|
19 DE
OCTUBRE DEL 2017
|
VENDO MI
RIÑON POR 8000 EUROS
|
02 DE
NOVIEMBRE DEL 2017
|
ABUELOS VS.
MARCIANOS
|
16 DE
NOVIEMBRE DEL 2017
|
LAS HADAS
DE LA MÚSICA
|
30 DE
NOVIEMBRE DEL 2017
|
EL ORÍGEN
DEL DÍA Y LA NOCHE
|
14 DE
DICIEMBRE DEL 2017
|
UN
ENCIGÜEÑADO DÍA DE BODA
|
11 DE ENERO
DEL 2018
|
ALBERT
EINSTEIN
|
25 DE ENERO
DEL 2018
|
EL HOSPITAL
PARA MAMÁS ESCACHARRADAS
|
08 DE
FEBRERO DEL 2018
|
GENGIS KAN
COMO GUERRERO
|
22 DE
FEBRERO DEL 2018
|
LA PUERTA
DE RAHU
|
08 DE MARZO
DEL 2018
|
¿SABES
DECIR: NO?
|
22 DE MARZO
DEL 2018
|
UN PAPA MUY
DURO
|
12 DE ABRIL
DEL 2018
|
MASCAR
CHICLE UN RIESGO PARA LOS MEXICANOS
|
26 DE ABRIL
DEL 2018
|
LAS DOS
JUSTICIAS
|
10 DE MAYO
DEL 2018
|
LIBRO QUE
MUERDE
|
24 DE MAYO
DEL 2018
|
EL DIBUJO
PARLANTE
|
07 DE JUNIO
DEL 2018
|
SIN
NOSOTRAS NO HAY AVANCE
|
21 DE JUNIO
DEL 2018
|
El caminante
inteligente
RESPETO
Tras varias horas caminando bajo el sol un hombre
pasó por una pequeña granja, la única que había en muchos kilómetros a la
redonda. El olorcillo a cocido llegó hasta su nariz y se dio cuenta de que
tenía un hambre de lobo. Llamó a la puerta y el dueño de la casa, bastante
antipático, le abrió.
– Buenas tardes, señor.
– ¿Quién es usted y qué busca por estos lugares?
– No se asuste, soy un simple viajero que va de
paso. Me preguntaba si podría invitarme a un plato de comida. Estoy muerto de
hambre y no hay por aquí ninguna posada donde tomar algo caliente.
El granjero no se compadeció y para quitárselo de
encima le dijo en un tono muy despectivo:
– ¡Pues no, no puedo! Son las cinco y mi esposa y
yo ya hemos comido ¡En esta casa somos muy puntuales y estrictos con los horarios,
así que no voy a hacer ninguna excepción! ¡Váyase por donde vino!
El hombre se quedó chafado, pero en vez de venirse
abajo, reaccionó con astucia; justo cuando el granjero iba a darle con la
puerta en las narices, sacó un billete de cinco pesos del bolsillo de su
pantalón y se lo dio a un niño que jugaba en la entrada.
– ¡Toma, guapo, para que juegues! ¡Si quieres otro
dímelo, que tengo muchos de estos!
El granjero vio de reojo cómo el desconocido le
regalaba un billete de los gordos a su hijo y pensó:
– “Este tipo debe ser rico y eso cambia las cosas…
¡Le invitaré a entrar!”
Abrió la puerta de nuevo y con una gran sonrisa en
la cara, le dijo muy educadamente:
– ¡Está bien, pase! Mi mujer le preparará algo
bueno que llevarse a la boca.
– ¡Oh, es usted muy amable, gracias!
Aguantando la risa, el viajero pasó al comedor y se
sentó a la mesa ¡Había echado el anzuelo y el pez había picado!
Mientras, el granjero, un poco nervioso, entró en
la cocina para hablar con su mujer. En voz baja, le dijo:
– Creo que este desconocido está forrado de dinero
porque le ha regalado a nuestro hijo un billete de cinco pesos ¡y le
escuché decir que tiene muchos más!
– ¿En serio?… Pues entonces no podemos dejarle
escapar ¡Tenemos que aprovecharnos de él como sea!
– ¡Sí! Vamos a intentar que esté lo más contento
posible y ya se me ocurrirá algo.
El granjero y su mujer adornaron la mesa con flores
y sirvieron la comida en platos de porcelana fina que se sintiera como un rey,
pero el viajero sabía que tanta atención no era ni por caridad ni por
amabilidad, sino que lo hacían por puro interés, porque pensaban que era rico y
querían quedarse con parte de su dinero ¡El plan había surtido efecto porque
era lo que él quería que pensaran!
– Señora, este es el mejor arroz con pollo que he
comido en toda mi vida ¡Tiene usted manos de oro para la cocina!
– ¡Muchas gracias, me alegro mucho de que le guste!
¿Le apetece un café con bizcocho de manteca?
– Si no es molestia, acepto encantado su
invitación.
– ¡Claro que no, ahora mismo se lo traigo!
El postre estaba para chuparse los dedos y el
humeante café fue el colofón perfecto a una comida espectacular.
– Muchas gracias, señores, todo estaba
realmente delicioso. Y ahora si me disculpan, necesito ir al servicio…
¿Podrían indicarme dónde está?
– ¡Claro, faltaría más! El retrete está junto al
granero; salga que en seguida lo verá.
– Muchas gracias, caballero, ahora mismo vuelvo.
El astuto viajero salió de la casa con la intención
de no volver. Afuera, junto a las escaleras de la entrada, seguía jugando el
niño; parecía muy entretenido haciendo un avión de papel con el billete que un
par de horas antes le había regalado. Se acercó a él y de un tirón, se lo
quitó.
– ¡Dame ese billete, chaval, que ya has jugado
bastante!
Lo guardó en el bolsillo, rodeó la casa y echó a
correr.
– ¡Tengo que largarme antes de que los muy tontos
se den cuenta de que les he engañado!
Y así, con el buche lleno y partiéndose de risa, el
viajero se fue para siempre, contento porque había conseguido burlar a
quienes habían querido aprovecharse de él.
“El lobo y el perro”


Por eso, el lobo decidió acercársele con la ma- yor cortesía y entablar
una conversación con él.
–dijo el lobo.

El lobo lo miró
asombrado.
— ¿Cómo que no quiero? A mí me gustaría estar tan bien alimentado como tú.
— Entonces,
deja el bosque –repuso el perro–.
Los animales
que en él se guarecen
son unos desdichados, muertos siempre de hambre. ¡Ni un bocado seguro! ¡Todo a la suerte!
¡Siempre al acecho de lo que
sea!
—
Es verdad –dijo tristemente el lobo–. Cada día que amanece, me pregunto si tendré un buen almuerzo. Y, cuando
llega la noche,
casi siempre me voy a dormir con la barriga vacía.
— Entonces,
no lo pienses más –repuso
el perro–. Sígueme
y tendrás mejor vida.
— ¿Y qué tendré que hacer? –preguntó el lobo, que desconfiado, sabía que
nada era gratuito en esta vida.
—
Casi nada –repuso el perro–.
Tienes que proteger la casa, perseguir a los ladrones, jugar con los de la casa
y complacer al amo. Con tan poco como
esto, tendrás a cambio,
huesos de pollo, pichones y, además algunas caricias
El amo y el criado
IGUALDAD
En un
pueblo de América Latina, en una gran casa con jardín, vivía un hombre
solitario al que sólo le gustaba la compañía de su viejo criado.
El
sirviente llevaba muchos años a su servicio y se encargaba de todos los
quehaceres para que el hogar estuviera siempre limpio y ordenado. Cada mañana
se levantaba antes del amanecer para hacer las camas, quitar el polvo y tener
listo el desayuno a primerísima hora. No había nadie más profesional,
servicial y educado que él, y por eso, el señor de la casa le respetaba y
apreciaba mucho.
Un día
este hombre, que dirigía una empresa y siempre estaba muy ocupado, llegó a casa
muy alterado.
– ¡Estoy
enfadadísimo! Toda la mañana en reuniones de trabajo y no ha servido para nada
¡Estoy rodeado de holgazanes que no tienen dos dedos de frente!
El criado,
que tenía confianza con él, intentó quitarle hierro al asunto para que se
apaciguara.
–
Tranquilo que ya verá cómo el problema no es tan grave y tiene solución. Me
disgusta que regrese de la oficina así de disgustado ¡Se ha puesto tan colorado
que parece que va a explotar!
Pero él
seguía echando chispas, agitando las manos y gritando como un descosido.
– ¡No
puedo, no puedo! ¡Encima llevo seis horas sin comer y estoy hambriento!
¡Sírveme la comida ahora mismo porque si no me voy a desmayar!
El criado
asintió con la cabeza y se alejó hacia la cocina con paso presuroso. Dos
minutos después regresó al comedor con un gran plato de sopa entre las manos.
– Aquí
tiene una deliciosa sopa de verduras, su favorita. Ande, tómesela, ya verá qué
bien le sienta.
El
caballero se sentó a la mesa, se ató una servilleta de lunares al cuello y
metió la cuchara en la sopa. En cuanto la probó…
– ¡Puaj,
qué asco de sopa! ¡Esto es incomible! No tiene ni pizca de sal y encima
¡está helada!
Fue la
gota que colmó el vaso; se levantó y en un arrebato de furia, agarró el plato y
lo lanzó por la ventana.
En un
primer momento el criado no supo qué pensar ni qué hacer, pero enseguida
reaccionó; En silencio se acercó a la mesa, cogió el pan, el vino, la
servilleta, los cubiertos y el mantel, y también los lanzó por la ventana con
tantas ganas que atravesaron medio jardín.
Los gritos
del señor retumbaron por toda la casa.
– ¡¿Pero
qué haces, inútil?! ¿Cómo te atreves a tirar mis pertenencias?
¿Quién te crees que eres?
El criado,
sin perder la calma, le miró a los ojos y respondió:
– Perdone,
señor, pero no pretendía hacer nada incorrecto. Como tiró la sopa por la
ventana di por hecho que quería cenar en el jardín, así que acabo de hacer lo
mismo que usted: he lanzado todo lo necesario para que disfrute de la comida
bajo los árboles. Afuera tiene el pan, el vino, la servilleta, los cubiertos y
el mantel a su disposición.
El amo se
sintió muy avergonzado porque sabía que su criado y viejo amigo sólo quería
demostrarle lo feo que había sido su comportamiento.
– Lo
siento, lo siento mucho… Por culpa de los nervios me he comportado como
un ser irracional, maleducado y lleno de soberbia. Espero que sepas
perdonarme.
El criado
sonrió satisfecho y se acercó a darle un abrazo. Entre ellos jamás volvió a
producirse una situación desagradable y continuaron respetándose el resto de
sus vidas.
Vendo mi riñón por 8.000
Euros
La desesperación empuja a residentes en España
a ofrecer su órganos
en la Red para trasplantes en el exterior. Este negocio está tipificado en el Código
Penal.
Comercializar con órganos
puede castigarse con 12 años de
prisión. Sanidad cree que en este país materializar ese negocio es inviable. “Vendo mi riñón, lo hago por el bienestar de mi hija”. Esta es la ofer-
ta que ha colgado Luis (nombre ficticio) en la web Campus-anuncios. El

sin permiso
de residencia. “Estoy pagando mis deudas,
pero con retraso”, se lamenta.
“No tengo para el pasaje de
vuelta, ni puedo mantenerme en España. Necesito dinero”, explica como una retahíla
que ha repetido mil veces. Su riñón lleva a la venta tres meses durante lo
cuáles ha recibido ofertas de varios interesados; ninguno le ha enviado los
8.000 euros que
pide para rematar esta venta completamente
ilegal en
Es- paña. Él prefiere llamarlo “una donación que requiere
gratificación” […]
Un mercado legal contra
el tráfico
Algunos teóricos, como el economista Alex Tabarrok, asesor de LifeS- hares.com, abogan por la introducción de incentivos para aumentar la oferta
de
órganos.
“Si las ventas son voluntarias, hay poco que objetar
moralmente, porque tanto el
comprador como el vendedor se
benefician. En un mercado negro, la transparencia es escasa,
los donantes están más desprotegidos frente a
la desinformación y el fraude, y es posible
que no reciban los cuidados ade-
cuados, después de la operación”, dice
Tabarrok en The Meat Market, un artí- culo
publicado en Wall Street Journal.
John Harris, Director del
Institu- to para la Ciencia, Ética e Innovación (ISEI) de la Universidad
de Manchester ha reabierto
la discusión este año con unas declaraciones para The Independen


Rafael Matesanz, director
de la Organización Nacional de Trasplantes,
está en total desacuerdo y
considera que su planteamiento pondría a los seres humanos a la altura
de los animales, en el expositor
de carne. “No existe un
debate generalizado sobre esta cuestión, sólo lo mantienen vivo
individuos interesados en generar un mercado neoliberal regulado. Permitirlo sería como
consentir la esclavitud, porque se trata de tráfico humano. Los pacientes ricos
del primer mundo irían a por
los riñones
de los
pobres del tercer mundo y aquello se convertiría
en una carnicería. Es inconcebible que los Gobiernos autoricen algo semejante
en un mundo civilizado”, concluye.
Aurora Madrid, El País,
31-07-2011, pg. 32
ABUELOS VS. MARCIANOS
TOLERANCIA
La humanidad se jugaba su futuro en un gran partido
de fútbol. Era la última oportunidad que nos habían dado los marcianos antes de
exterminarnos. Solo
unos pocos equipos formados por los mejores jugadores de los mejores clubs del
mundo se ofrecieron a salvarnos. Bueno, esos, y un equipo de abueletes,
tan viejecitos y despistados que ni ellos mismos sabían cómo habían acabado
apuntados en la lista. Y como suele pasar con estas cosas, fue el
equipo que salió elegido en el sorteo.
De nada sirvieron las quejas de los gobernantes,
las manifestaciones por todo el mundo o las amenazas. Los marcianos fueron
tajantes: el sorteo fue justo, los abuelos jugarían el partido, y su única
ventaja sería poder elegir dónde y cuándo.
Todos odiaban a aquellos abuelos viejos,
despistados y entrometidos, y nadie quiso prepararlos ni entrenar con ellos.
Solo sus nietos disculpaban su error y los seguían queriendo y acompañando, así
que su único entrenamiento consistió en reunirse en corro con ellos para
escuchar una y otra vez sus viejas historias y aventuras. Después de todo,aquellas historias les
encantaban a los chicos, aunque les parecía imposible que fueran
verdad viendo lo arrugados y débiles que estaban sus abuelos.
Solo cuando los marcianos vinieron a acordar el
sitio y el lugar, el pequeño Pablo, el nieto de uno de ellos, tuvo una idea:
- Jugaremos en Maracaná. Mi abuelo siempre habla de ese
estadio. Y lo haremos en 1960.
- ¿En 1960? ¡Pero eso fue hace más de 50 años! -
replicaron los marcianos.
- ¿Vais a invadir la tierra y no tenéis máquinas
del tiempo?
- ¡Claro que las tenemos! - dijeron ofendidos. - Mañana mismo
haremos el viaje en el tiempo y se jugará el partido. Y todos podrán
verlo por televisión.
Al día siguiente se reunieron los equipos en
Maracaná. A la máquina del tiempo subieron los fuertes y poderosos marcianos, y
un grupito de torpes ancianos. Pero según pasaban los años hacia atrás, los
marcianos se hacían pequeños y débiles, volviéndose niños, mientras a los
abuelos les crecía el pelo, perdían las arrugas, y se volvían jóvenes y fuertes.
Ahora sí se les veía totalmente capaces de hacer todas las hazañas que contaban
a sus nietos en sus historias de abueletes.
Por supuesto, aquellos abuelos sabios con sus
antiguos y fuertes cuerpos dieron una gran exhibición y aplastaron al grupo de
niños marcianos sin dificultad, entre los aplausos y vítores del público. Cuando
volvieron al presente, recuperaron su aspecto arrugado, despistado y torpe,
pero nadie se burló de ellos, ni los llamó viejos. En vez de eso los
trataron como auténticos héroes. Y muchos se juntaban cada día para
escuchar sus historias porque todos, hasta los más burlones, sabían que incluso
el viejecito más arrugado había sido capaz de las mejores hazañas.
Las hadas de la música
Andaban las
hadas de la música por las calles de Vi-
llaviciosa de Odón, de un lado para
otro, sin saber dónde meterse.
Las guiaba el hada Sol-Mayor, que estaba un
poco desorientada. De pronto un
hada gritó:
–¡Mirad,
mirad!
Por la calle
de las Carretas venía Ricardo el Cojo con su guitarra. Iba por el centro de la
calle, rechoncho y calvo, colgado
de sus muletas,
con las piernecitas
encogidas y la guitarra sujeta con una
mano.
Ricardo pasó
junto a la fuente, por la sombra de las
acacias, haciendo dos surcos en el polvo con sus al-
pargatas. Y en
ese momento las
hadas dieron un salto y se metieron dentro de su guitarra,
una guita- rra con incrustaciones de nácar
en las clavijas y la caja rayada y astillada de tanto rasguear.
Ricardo el
Cojo no advirtió nada y siguió avanzando
como si remara, por un callejón, entre
casas encala- das. Luego
cruzó una calle
ancha y entró en el
patio de una casa. Una vez allí le
sacaron una sillita baja. Al momento
salió una señorita y se sentó junto a Ricardo para aprender a tocar la
guitarra.
Ricardo hizo
sonar cuatro acordes, y las hadas de la música
se dispusieron a empezar su trabajo. Enton- ces Ricardo
empezó a cantar seguidillas,
con una voz delgadita y áspera,
una voz de chiquillo:
Sale la niebla
de los
álamos blancos, sale la niebla…
Por el
agujero de la guitarra, empezaron a
salir las hadas de la música. Brotaban,
invisibles, del fondo de la guitarra, y se pusieron a bailar entre los
tiestos de geranios.
Pasó
Machaco, el albañil, con su traje
manchado de yeso, y un hada se le metió
en el cuerpo tarareando la música de las
seguidillas. Machaco las había oído con
otra letra y, sin saber por qué, empezó a cantar:
Villaviciosa,
primero que
te olvide
Villaviciosa…
Al oír
cantar al albañil, María, la panadera, se asomó a su puerta. Y un hada
de la música se le metió en el
cuerpo. Cuando volvió a amasar sus
bollos, iba cantando:
Villaviciosaaa…
–Parece que estamos
de buen humor –dijo al oírla por el patio su vecino, que
sacaba el carro para ir a la huerta. Y
se fue cantando él también.
Luego pasó Lorenza por la calle, alta y derecha, con
el pelo blanco y la cara colorada; andaba ligera y pa- recía una peregrina,
apoyándose en el palo largo y curvo de varear colchones, al que llevaba atada una taleguilla. Y otra hada se le metió en el cuerpo. Lo- renza
se esforzaba para no cantar;
le parecía poco serio, a sus
años. Pero cuando se puso a varear un colchón delante de su
casa, golpeaba la lana al com- pás de las seguidillas que le sonaban dentro.
Y pasó Rosita la del castillo por la calle, tirando
son- riente de su camada de chiquillos; y pasaron dos ni- ñas
de las monjas, con
sus uniformes azules;
y la viejecita menuda que siempre
va vendiendo papele- tas para sus
rifas, y que llevaba en brazos
la mu- ñecota del premio, muy
grande y muy tiesa, vestida de organdí
blanco con lazos verdes. Y todos queda- ban invadidos por las hadas de la música.
Cuando el reloj del Ayuntamiento dio las cinco, todo
el pueblo estaba cantando.
–Así está bien –suspiró el hada Sol-Mayor. Y se mar-
chó volando a su tubo del órgano grande
de Guadalupe.
El origen del día y la noche
En las
lejanas y mágicas tierras del Perú, habita
la tribu de los chamas. Al igual que otros pueblos pri- mitivos, los chamas tienen antiguas
y maravillosas leyendas para explicar los fenómenos de la naturale- za y la razón del universo.
Una de esas leyendas ex- plica el origen
del día y de la noche.
Según los
chamas, el dios Habi tuvo dos hijos: Bari, dios del Sol, y Use, diosa de la
Luna.
Bari era un
joven fuerte, de rubios cabellos rizados y piel dorada como
la miel. Era alegre y alborotador
y poseía una desbordante vitalidad. Siempre andaba inventando travesuras y
disfrutaba como un niño ha- ciendo rabiar a su hermana.
Por el
contrario, Use era una muchacha frágil,
lán- guida, de una extraordinaria palidez, y bella y delica- da como una
hermosa rosa blanca.
Un caluroso
día de verano, la bella Use fue a bañar- se a un lago de aguas tranquilas
y transparentes. Al atardecer, la diosa blanca se sentó a la orilla del
lago y se entretuvo contemplando la divina imagen de su rostro que reflejaban
las cristalinas aguas. Use dis- frutaba, por fin, de unos momentos de paz en el día más abrasador de aquel
implacable verano.
Bari, que
mientras tanto estaba paseando por los
al- rededores, descubrió a su
querida hermana mirán- dose en las aguas
del lago y, en ese preciso momento, decidió gastarle una de
sus frecuentes bromas. Se untó las manos con la oscura
resina de un árbol y se fue
acercando sigilosamente a Use, que,
de es- paldas a Bari, continuaba absorta ante
las aguas. Cuando llegó
hasta ella, Bari frotó las negras palmas
de sus manos en el blanquísimo rostro de Use. La cara
de la diosa quedó
como tiznada por hollín y, a orillas del lago, entre las divertidas carcajadas de su hermano, las aguas
devolvían una imagen fea y deslucida de la cara de Use.
Al verse
así, la bella diosa rompió a llorar desconso- ladamente. El dios Bari se
arrepintió inmediatamen- te de lo que había hecho.
–Perdóname,
querida Use. Yo mismo lavaré tu pre-
cioso rostro –balbucía apenado Bari–.
–¡Apártate!
¡Me has ofendido como nadie lo ha he- cho jamás! ¡Déjame! –decía Use
mientras rechazaba todos los ofrecimientos de su hermano.
–Deja de
llorar. Te suplico que me perdones –insis- tía Bari.
–¡No
volverás a verme nunca! –gritó Use.
Y la diosa,
en un vuelo fugaz, ascendió a los cielos
ante el estupor de su afligido hermano. Desde
en- tonces, Use, la diosa de la
Luna, sale siempre de no- che,
cuando Bari, el dios del Sol, ya se ha
ocultad.
Cuenta también
la leyenda que Use siente
a veces deseos de ver a su
hermano y, por eso, algunos días muy
claros, podemos ver la Luna y el Sol
juntos en el cielo, aunque solo sea durante
unos instantes.
Un encigüeñado día de boda
HONESTIDAD
Érase una
vez una cigüeña muy presumida que un día vio brillar un anillo desde el cielo.
Su dueño, un conejo que iba a casarse ese día, entró a una
madriguera dejando el anillo fuera, y la cigüeña aprovechó para probárselo
rápidamente sin pedir permiso. Pero al ir a quitárselo el anillo se atascó en
su dedo, y la cigüeña pensó:
- Qué
vergüenza, me van a pillar. Algo tengo que inventar.
Y
aprovechando que nadie la había visto, salió volando de allí con la idea de devolver el anillo cuando pudiera
quitárselo.
El conejo
se llevó un gran disgusto al descubrir el robo. Pero era un gran detective,y
rápidamente todos en el bosque buscaban un pájaro con un anillo. Cuando la
cigüeña se enteró, se dijo:
- Qué
vergüenza, me van a pillar. Algo tengo que inventar.
Y
decidió ocultar el anillo metiendo rápidamente sus patas en un barril de
pintura negra que encontró cerca de donde se preparaba la boda. Pero mientras huía volando, buena parte de
la pintura goteó sobre los manteles y el vestido de la novia, estropeándolos
terriblemente. Cuando llegó el conejo y descubrió el desastre se puso
furioso, y olvidando el anillo puso a todos a buscar un pájaro con las
patas pintadas de negro. Al enterarse, la cigüeña dijo:
- Qué
vergüenza, me van a pillar. Algo tengo que inventar.
Y
decidió vendarse las patas,
y fingir que había tenido un accidente. Pensaba la cigüeña que así había
resuelto el problema, pero cuando poco después se encontró precisamente con el
conejo, este sintió pena de ver una cigüeña tan herida, e insistió tanto en
acompañarla al hospital para hacerse una radiografía que la cigüeña no pudo
negarse.Esta sabía que si le hacían una radiografía se descubriría el anillo,
y que si le quitaban el vendaje verían la pintura, y se dijo:
- Qué
vergüenza, me van a pillar. Algo tengo que inventar.
Y
aprovechando que su casa estaba camino del hospital, le pidió al conejo que esperase mientras
subía a recoger algunas cosas. Una vez en casa, se quitó las vendas y cubrió
sus patas con unas placas de plomo para ocultar el anillo en la radiografía, y
luego las tapó con tantas vendas y pegamento que resultaría imposible
quitárselas. Pensaba la cigüeña que así podría ir al médico sin ser
descubierta, y que más adelante encontraría la forma de devolver el anillo.
Ya más
tranquila, la cigüeña echó a volar para reunirse con el conejo, sin
darse cuenta de que nunca podría volar con tantísimo peso en sus patas. Y tan
pronto saltó del nido, cayó como una piedra, sin poder hacer nada para evitar
darse el mayor de los batacazos. Pero no contra el suelo, sino contra el pobre conejo, que
no tuvo tiempo de apartarse.
Allí
acudieron ambulancias, médicos, policías y cientos de animales, preguntándose
qué habría pasado para que la cigüeña cayera sobre el conejo. Y al descubrir
las vendas, el plomo, la pintura y el anillo todos pensaron que el
golpe era la última parte del despiadado plan de la cigüeña para arruinar la
boda del conejo. Y en una sola mañana, la cigüeña se convirtió en el animal
más odiado del bosque, y perdió a todos sus amigos.
Solo
mucho tiempo después se atrevió el conejo a visitar a la cigüeña, pues aún no comprendía por qué se había
empeñado en fastidiar su boda. Esta, arrepentida, le pidió perdón, y le contó
la historia del anillo y todo lo que había ocurrido después.
- Nunca me
habría imaginado que todo eso pudiera ocurrir solo por probarse un anillo sin
permiso- dijo con buen humor el conejo.
- Es que
no fue por eso - replicó avergonzada la cigüeña-, sino por lo que tuve
que hacer para ocultarlo una y otra vez. Nunca te habrías enfadado tanto si
me hubieras descubierto probándome el anillo y hubieras tenido que ayudarme a
quitármelo.
Y
viendo la valiosa lección que había aprendido la cigüeña, el conejo la perdonó
públicamente para que pudiera recuperar a sus amigos y contar su historia, y
así ayudar a todos a comprender que lo verdaderamente malo de las pequeñas
mentiras son las grandes mentiras que hay que inventar para ocultarlas.
Albert Einstein
(14/03/1879 - 18/04/1955) Físico
alemán
"Me interroga sobre mi actitud ante la vida. Prefiero dar que recibir, en cualquier circunstancia; no doy importancia a mi persona, ni a la acumulación de riquezas; no me averguenzo de mis debilidades, ni de mis errores y tomo instivamente las cosas con humor y equidad. Existen muchas personas como yo y no comprendo en absoluto que se haya hecho de mí una especie de ídolo. Es, sin duda, tan incomprensible como el misterio de una avalancha, donde un solo grano de polvo basta para desencadenarla, y que toma un camino bien determinado"
Albert Einstein en una carta a Hedi Born, esposa de Max Born, con fecha del 12 de abril de 1949.
Nació el 14 de marzo de 1879 en Ulm. Su padres se mudaron a Munich cuando Einstein era un infante. El negocio familiar, una fábrica de aparatos eléctricos, quebró en 1894, entonces la familia se traslada a Milán, Italia. Una brújula despertó el interés de Albert Einstein por la ciencia cuando a los 5 años se encontraba enfermo en la cama. Su padre se la regaló y quedó fascinado porque su aguja siempre apuntaba al mismo lugar, lo que le dio a entender que había fuerzas que impulsaban a todas las cosas. Sin haber completado la escuela secundaria, falló un examen que lo habría hecho recibir un diploma de ingeniero eléctrico en el Politécnico de Zurich. Volvió en 1896 al Politécnico y se graduó en 1900 como maestro escolar de secundaria en matemáticas y física.
Durante dos años se dedicó a la enseñanza sustituyendo a profesores o dando clases particulares. Finalmente, en 1902 consiguió trabajar como examinador en la Oficina Suiza de Patentes en Berna. En el año 1905 se doctoró por la Universidad de Zurich presentando una tesis sobre las dimensiones de las moléculas; además escribió tres artículos teóricos de gran valor para el desarrollo de la física del siglo XX. Su tercera publicación fue Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento (1905), en la que exponía la teoría especial de la relatividad. La hipótesis que sostenía que las leyes mecánicas eran fundamentales fue llamada visión mecánica del mundo. En cambio, La hipótesis que mantenía que eran las leyes eléctricas las fundamentales recibió el nombre de visión electromagnética del mundo. Ninguna de estas dos concepciones eran capaces de dar una explicación a la interacción de la radiación y la materia al ser. En 1905 llegó a la conclusión de que la solución no estaba en la teoría de la materia sino en la teoría de las medidas. Tras este razonamiento, comenzó desarrollar una teoría que se basaba en dos premisas: el principio de la relatividad y el principio de la invariabilidad de la velocidad de la luz.
Tras esto fue capaz de explicar los fenómenos físicos observados en sistemas de inercia de referencia distintos, sin tener que entrar en la naturaleza de la materia o de la radiación y su interacción. A pesar de los numerosos científicos en contra de sus teorías, eran reconocidos importantes seguidores. Como su primer defensor conocido hay que citar al físico alemán Max Planck. Asistió durante cuatro años a la oficina de patentes mientras comenzaba a destacar en la comunidad científica y ascendiendo en el mundo académico de la lengua alemana. Primero fue a la Universidad de Zurich en 1909; tras dos años allí se marchó a la Universidad de Praga, de lengua alemana, y en 1912 regresó al Instituto Politécnico Nacional de Zurich. Por último, en 1913 fue nombrado director del Instituto de Física Kaiser Guillermo en Berlín.
En 1907, inicia su trabajo en la extensión y generalización de la teoría de la relatividad a todo sistema de coordenadas. Comenzó con el enunciado del principio de equivalencia según el cual los campos gravitacionales son equivalentes a las aceleraciones del sistema de referencia. Fue publicada en 1916. Apoyándose en esta teoría general de la relatividad, comprendió las variaciones del movimiento de rotación de los planetas y predijo la inclinación de la luz de las estrellas al aproximarse a cuerpos como el Sol. A partir del año 1919, comenzó a ser reconocido internacionalmente consiguiendo premios de varias sociedades científicas, como el Premio Nobel de Física en 1922.
Durante la I Guerra Mundial, condenó públicamente la participación de Alemania en ésta. Al finalizar la guerra continuó con sus actividades pacifistas y sionistas, lo que provocó numerosos ataques por parte de grupos antisionistas y de derechas alemanes. En 1933 partió hacia Estados Unidos. Allí obtuvo trabajo en el Instituto de Estudios Superiores en Princeton, Nueva Jersey. Continuó con sus actividades en favor del sionismo pero decidió abandonar su postura pacifista anterior debido a que pensaba que el régimen nazi de Alemania era una amenaza para la humanidad. En 1939 con otros físicos enviaron una carta al presidente Franklin D. Roosevelt pidiéndole que fuese creado un programa de investigación sobre las reacciones en cadena. Esta carta logró acelerar la fabricación de la bomba atómica. En 1945, cuando ya se sabía de la existencia de la bomba, Einstein volvió a escribir al presidente para convencerle de que no utilizase el arma nuclear.
Tras la guerra, Einstein se convirtió en activista del desarme internacional y del gobierno mundial, y siguió contribuyendo a la causa del sionismo. A finales de la década de 1940 y principios de la de 1950, defendió en Estados Unidos la idea de mantener la libertad política. Albert Einstein falleció el 18 de abril de 1955 en Princeton. Las últimas palabras que dijo Einstein antes de morir, fueron en alemán y no fueron comprendidas por la enfermera que estaba a su lado, ya que no entendía el idioma.
El hospital para mamás escacharradas
AGRADECIMIENTO
·
La vida en el Hospital Para Mamás Escacharradas
era una verdadera locura.
- Acaban de traer a otra que está fatal. Su
niño lleva cuatro días sin comer verdura.
- Ponedla ahí, junto a la mamá que había sido
vomitada diez veces.
- No nos queda sitio, doctor, recuerde
que ahí íbamos a poner a la mamá de los gemelos, los que se despertaban
cada hora alternándose y no la dejaban dormir.
- Bueno, pues llevadla junto a la que jugaba al
fútbol con los muñecos de peluche y la que cantaba canciones infantiles
incluso dormida…
Y es que el hospital de mamás estaba a rebosar. Cada
vez venían más mamás y con enfermedades más raras. Los médicos no
encontraban curas: ni pastillas, ni inyecciones, ni vendas… nada funcionaba.
En medio de aquel ajetreo, llegó el
ingreso más inesperado. Una viejecita muy arrugada que estaba fatal.
- Señora, este es un hospital de mamás, aquí no
puede estar. Tiene que ir al hospital de abuelitas.
- ¡Que no! ¡Que me dejen! Estoy muy enferma y
tengo que entrar aquí…
- Pero abuela…
- ¡Que no me llame abuela! Yo también soy mamá…
¡soy la mamá del director del hospital!
Y no mentía. Era la mamá del doctor
Donoku Pado, un famosísimo médico para mamás, así que los médicos
dedicaron todos sus esfuerzos a salvarla. Mil remedios, enfermeras, doctores, máquinas
costosísimas… pero nada. La abuelita, mejor dicho, la mamá del director,
se les moría. Tuvieron que interrumpir una reunión importantísima
para avisar al director de que tenía que bajar rápido o no llegaría a ver
viva a su mamá.
Este bajó un poco contrariado, pero al ver el
estado de su mamá, tan enferma, hizo cuanto pudo para sanarla en el último
momento. Tampoco sus intentos dieron resultado. Finalmente,
viendo que la perdía, se lanzó a sus brazos, le dio un beso y le dijo:
- Gracias por todo lo que has hecho por
mí.
Hasta aquel día había dudas sobre si el beso más
curativo fue el del príncipe a Blancanieves, o quizás el que recibió la bella
durmiente. Tonterías. Allí mismo descubrieron que ningún beso es tan poderoso
como el de un hijo agradecido; la anciana madre del director se puso en pie
de un salto con lágrimas de felicidad y dijo sonriente:
- Sinvergüenza, a ver si vienes a ver a
tu madre más a menudo.
Tras asistir a aquel milagro, todos en el
hospital se pusieron manos a la obra. Rápidamente llamaron a los hijos de las
mamás que tenían ingresadas y los pusieron en fila para que les dieran un
beso, un abrazo, o simplemente las gracias. Y todas se ponían buenas
al instante, porque por mucho que sufrieran por sus hijos, nada les hacía
más felices que recibir su cariño.
Y así, el hospital se quedó casi sin
enfermas, porque los únicos casos de madres ingresadas eran los de aquellas
cuyos niños se empeñaban en no ser cariñosos con ellas. Pero como son muy,
muy poquitos, ahora el bueno del doctor Donoku tiene muchísimo más tiempo
para ir a ver a su madre y mostrarle su cariño.
GENGIS KAN COMO GUERRERO
El emperador mongol Gengis Kan (1167-1227)
fue el comandante que más tierras conquistó en toda la historia de la
humanidad, con tropas bajo su mando directo. Sus ambiciosas tácticas y
maniobras evasivas se han estudiado en las academias militares hasta hoy en
día. Prestigiosos comandantes de carros de la Segunda Guerra Mundial
reconocieron su genio, como el general norteamericano George Smith Patton
(1885 -1945) y el mariscal alemán Erwin Rommel (1891-1944).
Una de las cosas más asombrosas es que lo consiguió a base de un ejército formado, en origen, íntegramente por jinetes. Antes había logrado dos importantes objetivos. Uno fue la unión bajo su mando de todas las tribus mongolas nómadas de las estepas orientales a principios del siglo XIII. El otro gran logro fue organizar la forma de vida nómada. Tanto en tiempo de paz como en guerra distribuyó la vida de los campamentos e impuso la disciplina entre las tropas. Unas de las medidas fue desterrar la vieja costumbre de que cualquiera se podía parar en una batalla para saquear a los muertos o al campamento enemigo. Ahora nadie se movería a menos que recibiera una orden directa de sus superiores. Estructura del ejército Dividió al ejército en dos grupos. Uno era el núcleo del ejército, al que dividió entre tropas de caballería ligera y tropas de caballería pesada (que conformaban 130 'quiliarquías'). El otro contingente era una guardia de élite, dividida a su vez en los 'portadores de carcaj' (caballería ligera) y los 'portadores de espada' (pesada). Las unidades se formaron siguiendo múltiplos de 10. Una división, o 'tumen', se componía de 10.000 hombres. Cada 'tumen' se dividía en 10 regimientos de 1000 hombres, llamados 'minghans'. Éstos contenían escuadrones de 100 jinetes conocidos como 'jaguns' y, a su vez, se dividían en escuadras de 10 hombres, 'arbans'. Los hombres elegían a los jefes de cada 'arban'. Éstos escogían a los comandantes de los 'jaguns'. Sin embargo, los comandantes de los 'minghans' y 'tumen' se designaban de forma directa por el 'kan', que únicamente atendía a sus cualidades militares. La mayoría de los oficiales superiores salían de las filas de una especie de Estado mayor, creado por Gengis Kan, que había fundado más o menos la primera academia militar de la historia. Tácticas y armas Su táctica favorita era una especie de emboscada andante, lo que en España se conoce como 'tornafuya'. Cuando un grupo del ejército finge huir en desbandada para arrastrar a los perseguidores a una encerrona tendida por el resto de las tropas. No obstante, la táctica que siempre intentaban primero era rodear a los enemigos y someterlos a un intenso fuego arquero. Finalmente, se realizaba una carga frontal en el que en el último momento las tropas de caballería ligera se abrían por las alas, rodeando al contrincante. Éste estaba distraído por el movimiento. No esperaba la segunda carga de caballería pesada que se encontraba oculta tras el primer grupo de jinetes. El arco fue su arma principal. Era de gran efectividad y alcance. Llegaron a refinarlo y especializarlo, sobre todo las flechas, que tenían diferentes cabezas según su objetivo: penetrar armaduras, incendiar e incluso, provocar un atroz sonido silbante que infundiera temor al enemigo (aunque también se usaban para comunicaciones). En esta línea, el terror fue otra de las armas a emplear. Por lo tanto, su secreto, además de emplear a un pueblo nómada en lo que mejor sabían hacer -cabalgar-, fue la disciplina, la flexibilidad de las maniobras, y la velocidad; ayudado con un toque de guerra psicológica. |
LA PUERTA DE RAHU
LEALTAD
En una antigua ciudad holandesa llamada Rindeburgo
existía un palacio en ruinas donde vivía un artesano que se dedicaba a la
fabricación de velas y perfumes.
El hombre tenía un ayudante llamado Rahu y todas las mañanas lo mandaba con sus nuevas creaciones para que las vendiese en la villa. Pero un día el ayudante decidió subir a la montaña en lugar de ir a la villa. Era una montaña rocosa llena de pequeñas praderas y lagos donde el hombrecillo se sentía libre.
Estaba cansado de tanto bullicio del mercado y de hacer todas las mañanas lo mismo. Caminando entre los senderos recogía frambuesas silvestres que guardaba en sus bolsillos. Tras su paseo volvió al castillo y dijo al artesano que nadie le había querido comprar nada. El artesano se extrañó un poco, pero continuó trabajando.
Al día siguiente Rahu fue a la villa, vendió un par de perfumes y después subió de nuevo a la montaña. Paseando entre la maleza se le acercó de repente un hombre con pinta de caballero vestido con una capa azulada y le preguntó:
- Hola. Te conozco de verte por el mercado. ¿Eres tu el que vende las mejores velas de la ciudad?
- Sí, ese soy yo – respondió el muchacho.
- Te compraré todas las que te queden.
- Está bien. Tengo aquí todavía unas cuantas velas.
- Sígueme entonces muchacho.
Nuestro muchacho avanzó varios pasos por el sendero, descendiendo por la ladera del monte. Se adentraron ambos en una cueva donde el extraño caballero tenía colgadas multitud de joyas iluminadas cada una de ellas por una vela de un color diferente.
- Aquí te entrego el dinero por las velas. De ahora en adelante ven todos los días y tráeme lo que tengas por vender. Pero a cambio no le puedes decir a nadie que me has visto ni que conoces esta cueva.
Rahu accedió y se fue muy contento con el dinero.
Pasaron los días y cuando el artesano notó que su ayudante acababa siempre tan pronto con la mercancía y que le pagaban tan generosamente, decidió preguntarle:
- Rahu. ¿Estas yendo a la villa a vender mis perfumes y mis velas como te indiqué?
- Sí, mi señor, esté seguro de eso. ¿No le traigo todos los días su dinero?
- Rahu sabes que no me gustan las mentiras. Espero que los habitantes del pueblo puedan disfrutar de mis velas y perfumes.
- Así es señor artesano.
La curiosidad del artesano creció y uno de los días siguió al ayudante y así fue como vio la cueva del caballero con todas las joyas dentro. Pero el extraño caballero se dio cuenta de que los estaban espiando y le gritó al muchacho:
- ¡Has incumplido tu pacto! ¡Fuera de aquí!
Rahu apenas pudo mediar palabra porque el extraño caballero lo echó de allí. No entendía qué había sucedido para que se pusiera de esa forma. De modo que descendió ladera abajo para llegar hasta el palacio.
Cuando llegó allí se encontró con una gran puerta de metal que jamás había visto hasta entonces. Llamó varias veces a ella pidiendo que le abrieran pero nadie le contestó. La décima vez que estuvo a punto de aporrearla desesperado una nota se deslizó bajo la puerta: "No hay puertas abiertas para quienes no dicen verdades"
El hombre tenía un ayudante llamado Rahu y todas las mañanas lo mandaba con sus nuevas creaciones para que las vendiese en la villa. Pero un día el ayudante decidió subir a la montaña en lugar de ir a la villa. Era una montaña rocosa llena de pequeñas praderas y lagos donde el hombrecillo se sentía libre.
Estaba cansado de tanto bullicio del mercado y de hacer todas las mañanas lo mismo. Caminando entre los senderos recogía frambuesas silvestres que guardaba en sus bolsillos. Tras su paseo volvió al castillo y dijo al artesano que nadie le había querido comprar nada. El artesano se extrañó un poco, pero continuó trabajando.
Al día siguiente Rahu fue a la villa, vendió un par de perfumes y después subió de nuevo a la montaña. Paseando entre la maleza se le acercó de repente un hombre con pinta de caballero vestido con una capa azulada y le preguntó:
- Hola. Te conozco de verte por el mercado. ¿Eres tu el que vende las mejores velas de la ciudad?
- Sí, ese soy yo – respondió el muchacho.
- Te compraré todas las que te queden.
- Está bien. Tengo aquí todavía unas cuantas velas.
- Sígueme entonces muchacho.
Nuestro muchacho avanzó varios pasos por el sendero, descendiendo por la ladera del monte. Se adentraron ambos en una cueva donde el extraño caballero tenía colgadas multitud de joyas iluminadas cada una de ellas por una vela de un color diferente.
- Aquí te entrego el dinero por las velas. De ahora en adelante ven todos los días y tráeme lo que tengas por vender. Pero a cambio no le puedes decir a nadie que me has visto ni que conoces esta cueva.
Rahu accedió y se fue muy contento con el dinero.
Pasaron los días y cuando el artesano notó que su ayudante acababa siempre tan pronto con la mercancía y que le pagaban tan generosamente, decidió preguntarle:
- Rahu. ¿Estas yendo a la villa a vender mis perfumes y mis velas como te indiqué?
- Sí, mi señor, esté seguro de eso. ¿No le traigo todos los días su dinero?
- Rahu sabes que no me gustan las mentiras. Espero que los habitantes del pueblo puedan disfrutar de mis velas y perfumes.
- Así es señor artesano.
La curiosidad del artesano creció y uno de los días siguió al ayudante y así fue como vio la cueva del caballero con todas las joyas dentro. Pero el extraño caballero se dio cuenta de que los estaban espiando y le gritó al muchacho:
- ¡Has incumplido tu pacto! ¡Fuera de aquí!
Rahu apenas pudo mediar palabra porque el extraño caballero lo echó de allí. No entendía qué había sucedido para que se pusiera de esa forma. De modo que descendió ladera abajo para llegar hasta el palacio.
Cuando llegó allí se encontró con una gran puerta de metal que jamás había visto hasta entonces. Llamó varias veces a ella pidiendo que le abrieran pero nadie le contestó. La décima vez que estuvo a punto de aporrearla desesperado una nota se deslizó bajo la puerta: "No hay puertas abiertas para quienes no dicen verdades"
¿SABES DECIR: NO?
Sin el arte de decir
“no”, es imposible que haya un joven de carácter. Cuando los deseos, las
pasiones de los instintos se arremolinan en ti, cuando después de una ofensa la
lava encendida de gases venenosos bulle en ti y se prepara a una erupción a
través del cráter de tu boca, cuando la tentación del pecado te muestra sus
alicientes, ¿sabes entonces con gesto enérgico pronunciar la breve y decisiva
palabra. No? Entonces no habrá erupción. No habrá precipitación. No habrá
golpes. No habrá disputa.
César quiso acostumbrarse a no hablar
precipitadamente. a pesar las palabras de antemano, contando hasta veinte en
sus adentros antes dar una respuesta. Excelente medio. ¿Para qué sirve? Para
que nuestro mejor “yo”, nuestra comprensión más equitativa, pueda hablar,
después de sentirse abrasado un momento por la llamarada de los sentidos.
Por un espléndido camino nevado íbase
deslizando un joven en esquí. Al fin de una colina se abría un profundo
precipicio. El joven iba volando hacia abajo, lanzado como una flecha; pero he
aquí que delante del precipicio, con admirable técnica, se para de repente y se
mantiene allí en el borde de la sima como una columna de granito. “-Bravo!
¡Estupendo! ¿Dónde lo has aprendido?” “-¡Ah!- contesta el muchacho-, no he
empezado ahora. Al principio tuve que ensayarlo muchísimas veces, para poder
parar, en las más suaves pendientes.”
También el camino de la vida es una especie
de carrera de esquí con innumerables precipicios. Y todos caen, y todos van al
abismo, si no han hecho prácticas de pararse infinitas veces, plantados como
columna de mármol, y responder un recio y rotundo “no” a las tempestades
turbulentas de las pasiones.
El ejercicio de la voluntad no es
otra cosa que el prestar una ayuda sistemática al espíritu en la guerra de
libertad que ha de sostener contra el dominio tiránico del cuerpo. Quien se
incline, sin decir una palabra a cualquier deseo que se asome en su instinto,
perderá el temple de su alma y su interior será la presa de fuerzas
encontradas. Ahora comprenderás la palabra del Señor: “El reino de los cielos
se logra a viva fuerza y los esforzados son quienes lo arrebatan” (San Mateo,
XI,12).
Es una suerte si puedes pronunciar -cuando
es necesario- el “no” enérgico.
¡No! -has de decir a tus compañeros cuando
ellos te incitan a cosas prohibidas.
¡No! -has de gritar a tus instintos cuando
ciegamente te acucien.
¡No! -has de gritar a todas las tentaciones
que, adulando, quieren envolverte en sus telarañas.
Formar un carácter capaz de dominar la comodidad y los impulsos propios de su forma de ser para hacer la vida más amable a los demás.
Formar un carácter capaz de dominar la comodidad y los impulsos propios de su forma de ser para hacer la vida más amable a los demás.
Es el valor que nos ayuda
a controlar los impulsos de nuestro carácter y la tendencia a la comodidad
mediante la voluntad. Nos estimula a afrontar con serenidad los contratiempos y
a tener paciencia y comprensión en las relaciones personales.
El autodominio debe comprenderse como una actitud que nos impulsa a cambiar positivamente nuestra personalidad. Cuando no existe esa fuerza interior, se realizan acciones poco adecuadas, generalmente como resultado de un estado de ánimo; la armonía que debe existir en toda convivencia se rompe; quedamos expuestos a caer en excesos de toda índole y entramos en un estado de comodidad que nos impide concretar propósitos.
Cada día que buscamos ejercer ese señorío sobre nosotros mismos, automáticamente nuestro carácter comienza a madurar por la serenidad y paciencia que imprime este valor, la voluntad nos libera del desánimo, controlamos nuestros gustos y vivimos mejor la sobriedad, en pocas palabras, entramos en un proceso de superación constante.
Algunas personas han opinado que la fuente para lograr el autodominio proviene de la aplicación de algunas técnicas para relajarse, y aunque efectivamente pueden ayudar, no debemos perder de vista que los valores se forman a través del ejercicio diario, con el esfuerzo por descubrir en nuestra personalidad aquellos rasgos poco favorables.
Las costumbres y hábitos determinan en mucho la falta de autodominio. Debemos comenzar por analizar cuales de ellas nos condicionan e impiden vivir este valor.
El autodominio nos ayuda a reconocer los distintos aspectos de nuestra personalidad y nuestra forma de reaccionar ante determinadas circunstancias. Debemos cambiar nuestras disposiciones en sentido positivo: “en lugar de molestarme por la lentitud de “x” empleado -cuyo ritmo de trabajo es así-, ahora no sólo evitaré el disgusto y llamada de atención, procuraré darle un buen consejo que le ayude a mejorar”. Lo mismo aplica para los hijos, el cónyuge y hasta con algunos amigos. Este cambio no es sencillo, requiere atención y esfuerzo para anticipar nuestras reacciones, lo cual significa remar contracorriente para corregir este mal hábito.
Otras de las costumbres más arraigadas se encuentran en el terreno de los gustos y comodidades personales, en apariencia es poco significativo privarse de una golosina a media mañana, quedarse en cama más de lo debido, terminar de trabajar antes de la hora de salida, o buscar como perder el tiempo para llegar más tarde a casa y evadir alguna ocupación, pero cada una de estas cosas pequeñas constituye una excelente oportunidad para practicar el autodominio. Quien tiene la capacidad de privarse de un gusto, también tendrá la fortaleza para soportar situaciones desagradables.
Para algunas personas, la falta de este valor se manifiesta por el deseo de convertirse en el centro de atención en todo lugar, acaparar las conversaciones, presumir de sus logros, compararse continuamente con los demás... El autodominio también ayuda a ser más sencillos, hombres y mujeres de acción y no de palabras inútiles.
En familia este valor es indispensable para la sana convivencia, pues implica aprender a tolerar y pasar por alto las pequeñas fricciones cotidianas, no se tratar de desentenderse, sino de dar ejemplo de serenidad, comprensión y cariño, principalmente cuando se tiene la responsabilidad de educar a los hijos. También nos ayuda a estar pendientes de las necesidades de los demás y prestarles servicios, pues la comodidad nos hace esperar ser atendidos, mientras que el autodominio nos impulsa a ser más participativos en los quehaceres cotidianos.
En el contexto de las relaciones personales, el autodominio nos impulsa a ser discretos y maduros para evitar la murmuración, la crítica y la difamación de los demás por cualquier situación que es incompatible con nuestra forma de pensar.
El autodominio debe comprenderse como una actitud que nos impulsa a cambiar positivamente nuestra personalidad. Cuando no existe esa fuerza interior, se realizan acciones poco adecuadas, generalmente como resultado de un estado de ánimo; la armonía que debe existir en toda convivencia se rompe; quedamos expuestos a caer en excesos de toda índole y entramos en un estado de comodidad que nos impide concretar propósitos.
Cada día que buscamos ejercer ese señorío sobre nosotros mismos, automáticamente nuestro carácter comienza a madurar por la serenidad y paciencia que imprime este valor, la voluntad nos libera del desánimo, controlamos nuestros gustos y vivimos mejor la sobriedad, en pocas palabras, entramos en un proceso de superación constante.
Algunas personas han opinado que la fuente para lograr el autodominio proviene de la aplicación de algunas técnicas para relajarse, y aunque efectivamente pueden ayudar, no debemos perder de vista que los valores se forman a través del ejercicio diario, con el esfuerzo por descubrir en nuestra personalidad aquellos rasgos poco favorables.
Las costumbres y hábitos determinan en mucho la falta de autodominio. Debemos comenzar por analizar cuales de ellas nos condicionan e impiden vivir este valor.
El autodominio nos ayuda a reconocer los distintos aspectos de nuestra personalidad y nuestra forma de reaccionar ante determinadas circunstancias. Debemos cambiar nuestras disposiciones en sentido positivo: “en lugar de molestarme por la lentitud de “x” empleado -cuyo ritmo de trabajo es así-, ahora no sólo evitaré el disgusto y llamada de atención, procuraré darle un buen consejo que le ayude a mejorar”. Lo mismo aplica para los hijos, el cónyuge y hasta con algunos amigos. Este cambio no es sencillo, requiere atención y esfuerzo para anticipar nuestras reacciones, lo cual significa remar contracorriente para corregir este mal hábito.
Otras de las costumbres más arraigadas se encuentran en el terreno de los gustos y comodidades personales, en apariencia es poco significativo privarse de una golosina a media mañana, quedarse en cama más de lo debido, terminar de trabajar antes de la hora de salida, o buscar como perder el tiempo para llegar más tarde a casa y evadir alguna ocupación, pero cada una de estas cosas pequeñas constituye una excelente oportunidad para practicar el autodominio. Quien tiene la capacidad de privarse de un gusto, también tendrá la fortaleza para soportar situaciones desagradables.
Para algunas personas, la falta de este valor se manifiesta por el deseo de convertirse en el centro de atención en todo lugar, acaparar las conversaciones, presumir de sus logros, compararse continuamente con los demás... El autodominio también ayuda a ser más sencillos, hombres y mujeres de acción y no de palabras inútiles.
En familia este valor es indispensable para la sana convivencia, pues implica aprender a tolerar y pasar por alto las pequeñas fricciones cotidianas, no se tratar de desentenderse, sino de dar ejemplo de serenidad, comprensión y cariño, principalmente cuando se tiene la responsabilidad de educar a los hijos. También nos ayuda a estar pendientes de las necesidades de los demás y prestarles servicios, pues la comodidad nos hace esperar ser atendidos, mientras que el autodominio nos impulsa a ser más participativos en los quehaceres cotidianos.
En el contexto de las relaciones personales, el autodominio nos impulsa a ser discretos y maduros para evitar la murmuración, la crítica y la difamación de los demás por cualquier situación que es incompatible con nuestra forma de pensar.
La práctica del autodominio también nos induce a perfeccionar nuestros hábitos de trabajo, aprovechar más el tiempo, tener más cuidado en lo que hacemos, “dar el extra” cuando se necesite. En el campo escolar y profesional siempre es necesario el perfeccionamiento, que sólo se alcanza con esfuerzo, alejando la pereza y la mentalidad conformista.
Para iniciar y desarrollar el autodominio, considera como importante:
- Aprende a escuchar. De lo contrario, se convierte en la muestra más clara de la falta de autodominio.
- Procura no distinguirte por comer abundantemente, decir disparates, vestir de forma estrafalaria, mostrar poca educación o malos modales.
- Evita el deseo de enterarte de lo que no te incumbe, hacer comentarios imprudentes y dar consejos no solicitados, eso es ser entrometido.
- Cuida especialmente tus relaciones personales, evita suponer las palabras y actitudes que los demás tienen y que “motivan” tu enojo. Lo más importante es que tu cambies de actitud, que hasta ahora también es predecible.
- Dedica unos minutos cada día para reflexionar y elaborar una pequeña lista sobre las situaciones cotidianas que normalmente te disgustan, provocan pereza, caes en excesos y aquellas en las que evades tus responsabilidades. No te preocupes si en un principio son pocas, más adelante seguirás descubriendo otras no menos importantes.
- De la lista obtenida, selecciona dos de todas ellas (puedes elegir entre las interrupciones en el trabajo, comprar los víveres para el hogar, desvelarte con frecuencia, dedicar el tiempo necesario al estudio, por ejemplo), reflexiona sobre la actitud correcta que debes adoptar y llévalas a la práctica por una o dos semanas, después de ese período elige otras y así sucesivamente.
La persona que aprende a controlarse interiormente tiene el privilegio de vivir una alegría auténtica, pues jamás se deja llevar por los disgustos y contratiempos; además, tiene la tranquilidad del deber cumplido, pues por el control que tiene sobre la comodidad, es capaz de cumplir con sus deberes oportunamente. Consecuentemente, todo esto le ayuda a tener excelentes relaciones personales, por la cordialidad y delicadeza que mantiene en su trato.
Un papá muy duro
TOLERANCIA
Ramón era el tipo duro del colegio porque su papá
era un tipo duro. Si alguien se atrevía a desobedecerle, se llevaba una buena.
Hasta que llegó Víctor. Nadie diría que Víctor o su padre tuvieran pinta de duros: eran
delgaduchos y sin músculo. Pero eso dijo Víctor cuando Ramón fue a asustarle.
- Hola niño nuevo. Que sepas que aquí quien
manda soy yo, que soy el tipo más duro.
- Puede que seas tú quien manda, pero aquí
el tipo más duro soy yo.
Así fue como Víctor se ganó su primera paliza. La
segunda llegó el día que Ramón quería robarle el bocadillo a una niña.
- Esta niña es amiga del tipo más duro del colegio,
que soy yo, y no te dará su bocadillo - fue lo último que dijo Víctor
antes de empezar a recibir golpes.
Y la tercera paliza llegó cuando fue él mismo quien
no quiso darle el bocadillo.
- Los tipos duros como mi padre y yo no robamos ¿y
tú quieres ser un tipo duro? - había sido su respuesta.
Víctor seguía llevándose golpes con frecuencia, pero nunca volvía la cara. Su valentía para defender a aquellos más
débiles comenzó a impresionar al resto de compañeros, y pronto se convirtió en
un niño admirado. Comenzó a ir siempre acompañado por muchos amigos, de
forma que Ramón cada vez tenía menos oportunidades de pegar a Víctor o a otros
niños, y cada vez menos niños tenían miedo de Ramón. Aparecieron nuevos
niños y niñas valientes que copiaban la actitud de Víctor, y el patio del
recreo se convirtió en un lugar mejor.
Un día, a la salida, el gigantesco papá de
Ramón le preguntó quién era Víctor.
- ¿Y este delgaducho es el tipo duro que hace que
ya no seas quien manda en el patio? ¡Eres un inútil! ¡Te voy a dar yo para que
te enteres de lo que es un tipo duro!
No era la primera vez que Ramón iba a recibir una
paliza, pero sí la primera que estaba por allí el papá de Víctor para
impedirla.
- Los tipos duros como nosotros no pegamos a los
niños, ¿verdad? - dijo el papá de Víctor, poniéndose en medio. El papá
de Ramón pensó en atizarle, pero observó que aquel hombrecillo delgado
estaba muy seguro de lo que decía, y que varias familias estaban allí para
ponerse de su lado. Además, después de todo, tenía razón, no parecía
que pegar a los niños fuera propio de tipos duros.
Fue entonces cuando el papá de Ramón comprendió por
qué Víctor decía que su padre era un tipo duro: estaba dispuesto a aguantar con
valentía todo lo malo que le pudiera ocurrir por defender lo que era correcto.
Él también quería ser así de duro, de modo que aquel día estuvieron
charlando toda la tarde y se despidieron como amigos, habiendo aprendido
que los tipos duros lo son sobre todo por dentro, porque de ahí surge su fuerza
para aguantar y luchar contra las injusticias.
Y así, gracias a un chico que no parecía muy duro,
Ramón y su papá, y muchos otros, terminaron por llenar el colegio de tipos
duros, pero de los de verdad: esos capaces de aguantar lo que sea para defender
lo que está bien.
Mascar chicle, un
riesgo para los mexicanos
Mascar
chicle se ha convertido en un riesgo para la salud de los mexicanos, debido a
que en lugar de favorecer a las personas, las daña, porque causa caries, placa
dentobacteriana, agruras, y podría desarrollar una úlcera gástrica o diarrea
crónica en casos severos, según el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
De acuerdo con cifras del IMSS, el 80% de la población en nuestro país tiene
caries por mascar esta golosina. Por otra parte, este instituto informó que
anualmente cada mexicano consume un kilo 200 gramos en promedio de chicle.
Estas cifras nos colocan como el segundo país más consumidor de chicle en el
mundo, por esto, el IMSS recomendó a la población dejar este mal hábito, que
además provoca daños a nivel dental y mandibular e influye, en ciertos casos,
en el desarrollo de úlcera gástrica, una complicación más severa. El instituto
a cargo de Daniel Karam precisó que sólo es un mito que mascar chicle quita el
hambre, por ello, la mayoría de la gente lo consume, sin embargo, al iniciar el
proceso de masticación, comienza la digestión y se tiene sensación de saciedad,
pero como los ácidos del estómago trabajan sin alimento, el riesgo es que la
persona presente un cuadro de úlcera gástrica por mascar chicle durante horas,
advirtió el doctor Abel Quiroz Álvarez, estomatólogo de la Unidad de Medicina
Familiar (UMF) número 3 del IMSS. El estomatólogo del Seguro Social se refirió
a la creencia popular de que mascar chicle ayuda a combatir el estrés. En
cierta medida, estimó, hay algo de verdad, porque la persona tiene una
actividad y el simple hecho de estar masticando le reduce el grado de ansiedad
o estrés. Agregó que el mascar chicle, incide en la proliferación de caries,
porque está endulzado con azúcar, aspartame, sorbitol (edulcorante que se usa en
chicles “sin azúcar”) o fenilalanina, que además favorecen la proliferación de
más placa bacteriana porque hay mayor presencia de bacterias en la boca, aunado
a que la gente no tiene el hábito de cepillarse regularmente los dientes.
Las dos justicias
Caminaba
un filósofo griego pensando en sus cosas, cuando vio a lo lejos dos mujeres
altísimas, del tamaño de varios hombres puestos uno encima del otro. El
filósofo, tan sabio como miedoso, corrió a esconderse tras unos
matorrales, con la intención de escuchar su conversación. Las enormes
mujeres se sentaron allí cerca, pero antes de que empezaran a hablar, apareció
el más joven de los hijos del rey. Sangraba por una oreja y gritaba
suplicante hacia las mujeres:
-
¡Justicia! ¡Quiero justicia! ¡Ese villano me ha cortado la oreja!
Y señaló a
otro joven, su hermano menor, que llegó empuñando una espada
ensangrentada.
-
Estaremos encantadas de proporcionarte justicia, joven príncipe- respondieron
las dos mujeres- Para eso somos las diosas de la justicia. Sólo
tienes que elegir quién de nosotras dos prefieres que te ayude.
- ¿Y qué diferencia hay? -preguntó el ofendido- ¿Qué haríais vosotras?
- Yo, -dijo una de las diosas, la que tenía un aspecto más débil y delicado- preguntaré a tu hermano cuál fue la causa de su acción, y escucharé sus explicaciones. Luego le obligaré a guardar con su vida tu otra oreja, a fabricarte el más bello de los cascos para cubrir tu cicatriz y a ser tus oídos cuando los necesites.
- Yo, por mi parte- dijo la otra diosa- no dejaré que salga indemne de su acción. Lo castigaré con cien latigazos y un año de encierro, y deberá compensar tu dolor con mil monedas de oro. Y a ti te daré la espada para que elijas si puede conservar la oreja, o si por el contrario deseas que ambas orejas se unan en el suelo. Y bien, ¿Cuál es tu decisión? ¿Quién quieres que aplique justicia por tu ofensa?
- ¿Y qué diferencia hay? -preguntó el ofendido- ¿Qué haríais vosotras?
- Yo, -dijo una de las diosas, la que tenía un aspecto más débil y delicado- preguntaré a tu hermano cuál fue la causa de su acción, y escucharé sus explicaciones. Luego le obligaré a guardar con su vida tu otra oreja, a fabricarte el más bello de los cascos para cubrir tu cicatriz y a ser tus oídos cuando los necesites.
- Yo, por mi parte- dijo la otra diosa- no dejaré que salga indemne de su acción. Lo castigaré con cien latigazos y un año de encierro, y deberá compensar tu dolor con mil monedas de oro. Y a ti te daré la espada para que elijas si puede conservar la oreja, o si por el contrario deseas que ambas orejas se unan en el suelo. Y bien, ¿Cuál es tu decisión? ¿Quién quieres que aplique justicia por tu ofensa?
El
príncipe miró a ambas diosas. Luego se llevó la mano a la herida, y
al tocarse apareció en su cara un gesto de indudable dolor, que terminó con una
mirada de rabia y cariño hacia su hermano. Y con voz firme respondió, dirigiéndose
a la segunda de las diosas.
- Prefiero
que seas tú quien me ayude. Lo quiero mucho, pero sería injusto que mi hermano
no recibiera su castigo.
Y así, desde
su escondite entre los matorrales, el filósofo pudo ver cómo el culpable
cumplía toda su pena, y cómo el hermano mayor se contentaba con hacer una
pequeña herida en la oreja de su hermano, sin llegar a dañarla seriamente.
Hacía
un rato que los príncipes se habían marchado, uno sin oreja y el otro ajusticiado, y estaba el filósofo aún
escondido cuando sucedió lo que menos esperaba. Ante sus ojos, la
segunda de las diosas cambió sus vestidos para tomar su verdadera forma. No
se trataba de ninguna diosa, sino del poderoso Ares, el dios de la guerra. Este
se despidió de su compañera con una sonrisa burlona:
- He
vuelto a hacerlo, querida Temis. Tus amigos los hombres apenas saben
diferenciar tu justicia de mi venganza. Ja, ja, ja. Voy a preparar mis
armas; se avecina una nueva guerra entre hermanos...ja,ja,ja, ja.
Cuando
Ares se marchó de allí y el filósofo trataba de desaparecer sigilosamente, la diosa habló en voz alta:
-Dime,
buen filósofo ¿hubieras sabido elegir correctamente? ¿Supiste distinguir entre
el pasado y el futuro?
Con
aquel extraño saludo, comenzaron muchas largas y amistosas charlas. Y así
fue cómo, de la mano de la misma diosa de la justicia, el filósofo aprendió que
la verdadera justicia trata de mejorar el futuro alejándose del mal
pasado, mientras que la falsa justicia y la venganza no pueden perdonar y
olvidar el mal pasado, pues se fijan en él para decidir sobre el futuro, que
acaba resultando siempre igual de malo.
Libro que muerde
Dicen que los libros no muerden. Yo
digo que libro que ladra no muerde. Pero no todos los libros ladran, ojo. Hay
un libro llamado Anselmo que es calladito pero en cuanto te descuidás te lanza
el tarascón. Porque muchos libros son guapos cuando están en la estantería y
hacen más barullo que estornudo de bibliotecario, pero si los tomás para
hojearlos son mansitos y perfectamente domesticables. Anselmo no. Cierta vez,
una señora muy confiada lo tomó de las tapas susurrándole cosas como ¡ay qué
bonito libro! ¡Ay qué ternura de libro! ¡Ay qué belleza, mi amor! Y ahí nomás
Anselmo le cerró las tapas en los dedos con la fuerza de la prensa que lo
parió. Tuvieron que llamar a los paramédicos. Al libro lo encerraron en el
subsuelo, con los incunables. No, si era bravo.
Una vez se la agarró con otro libro de
la biblioteca. Mario se llamaba el otro. Era como Anselmo, no ladraba nunca,
permanecía en los anaqueles rodeado de libros que eran unos quilomberos, que se
la pasaban protestando por las condiciones edilicias de la biblioteca o por la poca
cultura de los lectores, y que de vez en cuando amenazaban con hacer una
revolución. Pero Mario permanecía inmutable, concentrado en el lomo de Anselmo
que reposaba en el anaquel de enfrente. Ya el bibliotecario había notado que
ambos libros se profesaban un odio sincero y cultivado. Un odio de esos que se
alimentan de silencios y de miradas inquebrantables, que crecen de a poquito en
la sombra sin hacer mucho espamento. Así que el hombre tuvo la buena intención
de mover a Mario a otro ana¬quel para evitar una desgracia. Apenas acercó la
mano el libro le lanzó una mordida que casi le cuesta tres dedos. Que se
arreglen —rezongó asustado el bibliotecario—, alguno de los dos va a terminar
mal.
Así fue que una noche Mario pegó el
salto hacia el anaquel de enfrente, donde Anselmo ya lo esperaba con las tapas
abiertas. Dicen los otros libros que fue una lucha encarnizada, que se
trenzaron a mordisco limpio envueltos en la nube de polvo que despidieron sus
cuerpos al estrellarse. Volaron frases enteras arrancadas de las páginas mal
heridas, y aun así no se escuchó ni una palabra de los luchadores, ni un
quejido que advirtiese debilidad en su costumbre de no ladrar. Al día siguiente
el pasillo de la biblioteca amaneció cubierto de hojas. El bibliotecario se encargó
de juntar los restos de papel y cartón. Más tarde confesó que le había costado
reconocer a quién pertenecían. Recién cuando encontró las tapas de Mario, que
agonizaba en el suelo, supo que el vencedor había sido Anselmo, que estaba otra
vez en su anaquel, maltrecho pero más imperturbable que nunca. A Mario lo
metieron en la bolsa de desperdicios de la fotocopiadora. Al reciclaje, le
dijeron. Asomado en el carrito de la basura alcanzó a susurrar que volvería
siendo millones. En realidad todos los libros sabían que Mario hubiese querido
morir en una quema, como mártir y como prohibido, no de esa forma tan
deshonrosa y tan moderna.
Como dije, luego del incidente con la
señora muy confiada Anselmo fue condenado al subsuelo donde los incunables. Y
aunque al principio se sintió orgulloso porque entendió “incurables”, pronto se
vio rodeado de viejos mañosos que si no ladraban era por falta de aliento. Hace
años que Anselmo está ahí abajo, pocos los saben. Algún día habrá un hombre
buenudo que intente sacarle el polvo. Mirará a Anselmo con cariño por creerlo
obsoleto e invaluable, creerá que los libros no muerden y esperará, ingenuo, a
que ladre.
El dibujo parlante
PERSEVERANCIA
Pintín Tilirín era un niño pequeño que disfrutaba
yendo al cole y haciendo cualquier cosa, menos pintar y escribir. A Pintín no
se le daba muy bien eso de usar los lápices, así que sus dibujos no le
salían muy bonitos y él se disgustaba y no quería seguir pintando. Pero un
día, Pintín encontró un lápiz de colores tan chulo, que no pudo resistirse y se
puso a pintar un círculo. Como siempre, no le salió muy bien, y ya estaba a
punto de tirar el lápiz cuando el dibujo comenzó a hablar:
- Pss, no irás a dejarme así, ¿verdad? Píntame unos
ojos por lo menos.
Pintín, alucinado, dibujó dos puntitos
dentro del círculo.
- Mucho mejor, así ya puedo verme - dijo el
círculo mientras se observaba... - ¡¡¡Argggg!!! ¡pero qué me has hecho!
El niño comenzó a excusarse:
- Es que yo no dibujo muy bien...
- ¡Bueno, no pasa nada! -le interrumpió el acelerado dibujo-. Seguro que si lo vuelves a intentar te sale mejor ¡Venga, puedes borrarme!
- ¡Bueno, no pasa nada! -le interrumpió el acelerado dibujo-. Seguro que si lo vuelves a intentar te sale mejor ¡Venga, puedes borrarme!
Pintín borró el círculo y trazó otro nuevo. Como el
anterior, no era muy redondo.
- ¡Ey!, !los ojos, que se te olvidan otra vez!
- ¡Ah, sí!
- Hmmm, creo que voy a tener que enseñarte a pintar hasta que me dejes bien -dijo el muñeco con su vocecilla rápida y gritona.
- ¡Ah, sí!
- Hmmm, creo que voy a tener que enseñarte a pintar hasta que me dejes bien -dijo el muñeco con su vocecilla rápida y gritona.
A Pintín, que seguía casi paralizado, no le pareció
mala idea, y enseguida se encontró dibujando y borrando círculos.
El muñeco no paraba de decir, "borra aquí, pero con cuidado que
duele", o "¡píntame un poco de pelo, anda, que parezco un chupa
chups!", y otras cosas divertidas. Después de pasar juntos casi
toda la tarde, Pintín ya era capaz de dibujar el muñeco mucho mejor que la
mayoría de sus compañeros de clase. Estaba tan contento, que no quería dejar de
pintar con aquel profesor tan chiflado y, antes de acostarse, le dio miles de
gracias por haberle enseñado a pintar tan bien.
- ¡Pero si yo no he hecho nada, tontuelo!-
respondió con su habitual tono acelerado-. ¿No ves que has estado practicando
mucho y con alegría? Seguro que nunca antes lo habías hecho, ¡pintabichos!
Pintín se paró a pensar. Realmente antes
dibujaba tan mal que nunca había practicado más de 10 minutos seguidos, y
siempre lo hacía enfadado y protestando. Sin duda, el muñeco tenía razón.
- Bueno, tienes razón, pero gracias de todas
formas- dijo el niño y, antes de meterse en la cama, guardó con mucho
cuidado el lápiz en su mochila.
A la mañana siguiente, Pintín se levantó de un
salto y fue corriendo a buscar su lápiz, pero no estaba. Buscó por todas
partes, pero no había rastro del lápiz. Y la hoja en que había
dibujado el muñeco, aunque seguía llena de borrones, estaba blanca. Empezó a
ponerse nervioso, y ya no sabía si había estado toda la tarde anterior
hablando con el muñeco o lo había soñado. Así que para salir de dudas, tomó
un lápiz y una hoja, y se puso a dibujar un muñeco...
No le salió nada mal, sólo se le torcieron un par
de esquinas; entonces se imaginó al muñeco mandón pidiéndole que redondeara
esos bordes, que parecía que le quería poner granos, y con alegría borró
ese tramo y lo rehizo. Y se dio cuenta de que su loco dibujo tenía razón: daba
igual o no tener el lápiz mágico, para aprender a hacer las cosas bastaba
seguir intentándolas con alegría; y desde aquel día, cada vez que
pintaba,dibujaba o hacía cualquier otra cosa, no dejaba de divertirse
imaginando el resultado de su trabajo protestando y diciendo "¡arréglame
un poco, chico, que así no puedo ir a la fiesta!".
SIN NOSOTRAS NO HAY AVANCE
Todo un movimiento intelectual, social y político revoluciona los
últimos años de la década de los sesenta y toda la década de los setenta en
Estados Unidos. Cansadas de negociar con los hombres para lograr pequeñas
cuotas de igualdad y de medir la lucha feminista teniendo el estatus masculino
como referencia, las feministas radicales deciden que serán
ellas las artífices de su propio cambio. Su discurso sobre el género, la
libertad sexual y el patriarcado se convierte en la base teórica del Movimiento
de Liberación de la Mujer en EEUU, Francia, Alemania, Gran Bretaña... y un
largo etcétera.
Así, el feminismo radical es una corriente estadounidense que se
desarrolla entre 1966 y 1977 con enorme influencia en todos los movimientos
feministas posteriores. Su lema es "Lo personal es político" y
sus principales obras de referencia son "La política sexual" de Kate
Millet y "La dialéctica del sexo" de Shulamith Firestone. Las
radicales tomaron distancia de los movimientos de izquierdas de los años
sesenta, que vinculaban el feminismo con el socialismo y la democracia,
para extender la lucha contra el patriarcado de lo económico y público a lo
social y privado.
Sus argumentos defienden que la opresión de la mujer comienza en el
propio hogar, ejercida por los padres-maridos-parejas a través de las
relaciones sexuales, la capacidad reproductiva, el control del
cuerpo o el trabajo doméstico gratuito. Sostienen igualmente que el fin del
capitalismo y la igualdad en la educación, las empresas o instituciones no son
suficientes para acabar con la dominación masculina, ya que las relaciones de
poder se desequilibran desde el matrimonio y la familia. Si las feministas
negras hablaban de "razas" y las socialistas de "clases",
el feminismo radical opta por la "casta sexual" para explicar la
estructura base del poder. Para muchas autoras, como Alicia H. Puleo, el
feminismo radical marca el inicio de la tercera ola feminista o feminismo.